La 'tempesta' perfecta

Madrid

Al principio de la legislatura, antes de que declararan inconstitucionales sus decretos y reprobaran a sus ministros, el Gobierno prometió imaginación y sensibilidad. Mariano Rajoy habló varias veces de finura a la manera en que lo hacen los italianos, que predican ‘finezza’ porque están más hechos a la fragilidad de los gobiernos. De pronto, el discurso del PP se ha vuelto rudo y directo por decisión expresa de su presidente, que ha ordenado mano dura contra Podemos y el PSOE, con insinuaciones de financiación ilegal incluso de Pedro Sánchez, y contra sus socios de Ciudadanos, a los que quiere castigar por la comisión de investigación sobre la presunta financiación ilegal del PP. PSOE, Podemos y Ciudadanos se han puesto de acuerdo en esa comisión –que el PP aceptó en el acuerdo de investidura, cuando imaginó que todo se quedaría en el papel- y la agenda ha cambiado para el presidente, donde ya aparecen dos interrogatorios: el judicial y el parlamentario, aunque pretenda quitárselo de encima. En eso invierte ahora la imaginación el PP, al que sólo le faltaba que el Constitucional anulara la amnistía de Montoro.

El coordinador general del PP, Fernando Martínez Maíllo, se ha ocupado en persona de las negociaciones con los demás y ha puesto a su partido a pensar la manera judicial de frenar la comisión de investigación por mucho que eso derive en un nuevo conflicto de competencias entre el poder judicial y el legislativo. Es Maíllo quien ha llevado el peso del mensaje, al reiterar todas las veces que la comisión de investigación es una cacicada, una injusticia, la inquisición, una causa general o una conjura ilegal. Es Maíllo quien promueve que la comisión del Senado, donde el PP tiene mayoría absoluta, contraprograme los efectos de la otra investigación.

De esta semana quedará la crispación en el discurso del PP, cuyo mayor reflejo es el tono que emplearon los portavoces del partido durante la moción de censura a Cristina Cifuentes en la Asamblea de Madrid. Si aquello fue un presagio de lo que ocurrirá el martes en la censura contra Rajoy, lo que menos tendrá el debate será finura y sensibilidad. De esta semana quedará también la afrenta por la inconstitucionalidad de una amnistía que el Gobierno trató de negar. Montoro, discutido por muchos entre sus propias filas, puede acabar reprobado como su compañero Catalá, a pesar de que Rajoy tome las reprobaciones como ligerezas parlamentarias.

El PP ya estuvo solo otras veces. Ahora, a cambio de concesiones que hubiera criticado en otros, se ha asegurado media legislatura con los presupuestos del año en curso. Si pensó que eso le daría la paz, se equivocó. Se lo ha demostrado el TC, lo recuerda la oposición y lo certifica el CIS, que recoge un ascenso de doce puntos en la preocupación ciudadana por la corrupción. Eso explica la estrategia de Rajoy, que ya tuvo que ir un verano al Congreso a pedir perdón por Bárcenas y teme que se repita el escenario. En el peor momento para el partido es cuando, sin embargo, más reclama el Gobierno el apoyo de los demás. Pero lo reclama para otro asunto, que es el catalán.

Han ido a coincidir en el tiempo la investigación al PP y la vergüenza de la amnistía con la fecha y la pregunta del referéndum sobre la independencia. El Ejecutivo se prepara para todos los escenarios y Rajoy tratará de que se visualice una especie de "frente constitucionalista". El verano le ha traído al presidente la tormenta perfecta, aunque confía en que el peor momento del 'procés' le dé al menos los apoyos que ha perdido en todo lo demás. Ya no hay quien hable de imaginación y sensibilidad. Menos aún de finezza para la negociación, y eso que tormenta se traduce como 'tempesta' tanto en catalán como en italiano.