Sánchez-Iglesias: Cita con el realismo

La reunión Pedro Sánchez-Pablo Iglesias tuvo una virtud principal: embridó las expectativas y las prisas de sus seguidores más fervorosos y los fijó en la realidad, que es una carrera de obstáculos.

Hoy por hoy no se puede desalojar al PP con una moción de censura porque se necesitaría o a los independentistas -lo cual no aceptar PSOE- o a Ciudadanos -lo cual no acepta Podemos ni tampoco Ciudadanos.

Pero incluso si por un milagro salieran los números, Sánchez e Iglesias tendrían que pactar una alternativa, para lo cual necesitarían escalar un Everest de divergencias. Incluso si se diera un segundo milagro y se superarán esas divergencias, quedaría por solventar un último problema que tiene categoría de primero: ¿quién lidera? ¿Cuál de los dos partidos enfrentados en una batalla despiadada por la hegemonía,  dos partidos que se mira con recelo, que en el fondo se detestan, acepta el papel de subordinado? ¿Y cuál de los dos líderes -dos egos descomunales- se doblega a ser sombra de su rival?

Por eso fue muy bueno que el encuentro no alimentara falsas esperanzas en los ciudadanos que sueñan con un cambio y que, por el contrario, asumiera el compromiso de trabajar en una agenda socioeconómica que lleva al Parlamento asuntos de gran calado social -pensiones, negociación colectiva, planes contra la pobreza infantil- y luche por desmontar las normas más sangrantes impuestas por el PP.

Que la izquierda, tan aficionada a fraccionarse, acuerde sumar para avanzar en lo posible me parece muy esperanzador. Aunque los impacientes se decepcionen.

Escucha la firma de Iñaki Gabilondo en 'Hoy por Hoy'