El referéndum no se celebrará

Barcelona

En plena campaña de restauración de imagen tras su declaración en la Audiencia Nacional, Rajoy hace balance del curso que acaba. Su triunfalismo económico, ajeno a la percepción de la mayoría de los ciudadanos; su peculiar visión de la corrupción del PP –todo lo exagerado acaba siendo irrelevante-, y su política exterior, prácticamente reducida a Venezuela, no han impedido que los titulares se los lleve una vez más la cuestión catalana. La noticia: el recurso ante el Constitucional contra la reforma del reglamento del Parlamento catalán. Adornada con tres afirmaciones del presidente. Una promesa: el referéndum no se celebrará; un desahogo paternalista: la sociedad catalana necesita que se la proteja de un proyecto divisivo que se quiere imponer por las bravas; y un deseo para el 2 de Octubre: “No podemos estar otros cinco años con anuncios, declaraciones y recursos”, rematado con sus palabras mágicas “necesitamos moderación y sentido común”. Sin duda, el Estado tiene capacidad para impedir el referéndum y, probablemente lo conseguirá, pero si el presidente cree que con ello va a invertir el sentido de las cosas, y colorín colorado el cuento soberanita se habrá acabado, me temo que vive muy lejos de la realidad. Moraleja: la valoración final del curso se aplaza a septiembre y, en parte, la decidirá Cataluña.

La patronal catalana, Foment del Treball, y la CEOE se incorporan al club de la desmesura. Dicen que el referéndum planteado por Puigdemont es un golpe de estado jurídico. Cuidado con las palabras gruesas que queman. ¿Saben lo que es un golpe de estado? ¿Les basta con Pinochet icono moderno de ellos, como ejemplo, o quieren más? ¿Me saben decir de algún golpe de estado que se pretenda hacer con votos y no con tanques? Es ofensivo banalizar una palabra que significa violencia, represión y muerte. Hay fundados argumentos para discutir la legalidad del proceso en curso y criticar sus objetivos y sus estrategias, pero hablar de golpe de estado es pasar de la discusión al disparate, es decir, perder la razón. Y la desmesura no es conciliadora, irrita.

En fin, feliz agosto a todos, los que se van de vacaciones y los que se quedan, nos reencontramos en un setiembre caliente.