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Dignidad

Cada semana el filósofo Javier Gomá reflexiona con los oyentes a través de la definición de un concepto

El filósofo Javier Gomá en los estudios de Cadena Ser. / Cadena Ser

Madrid

 "La filosofía distingue entre lo que tiene precio y lo que tiene dignidad. Tienen precio aquellas cosas que puede ser sustituidas por algo equivalente, en tanto que aquello que trasciende todo precio y no admite nada equivalente, eso tiene dignidad.

'Dignidad' en 'La última palabra' con Javier Gomá

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Sólo el hombre posee con pleno derecho, incondicionalmente, esa cualidad de incanjeable, fin en sí mismo y nunca medio. Podría definirse la dignidad precisamente como aquello inexpropiable que hace al individuo resistente a todo, incluso al interés general y al bien común.

Se recibe por nacimiento y otorga a su titular derechos sin mérito moral alguno por su parte. Es irrenunciable, imprescriptible, inviolable, aquello que siendo inmerecido merece un respeto y coloca en cierto modo al resto de la humanidad en situación de deudora. Es única, universal, anónima y abstracta. Es, en fin, una dignidad cosmopolita, la misma por igual para todos los hombres y mujeres del planeta.

Aunque inviolable, la dignidad sigue siendo hoy violada mil veces cada día. La diferencia con otros tiempos estriba en que ahora, en este estadio democrático de la cultura, ya nadie puede hacerlo sin envilecerse. La repugnancia que nos inspiran los cotidianos atropellos nos despierta a un sentimiento aún más vivo de nuestro propio valor. Y cuanto más seguros estamos de esa dignidad originaria, tanto más trágicamente tomamos conciencia de la mayor de las indignidades, la absoluta: la muerte.

Por encima de ser feliz -tan difícil ya para los mortales- está el ser individual. Siempre quedará a nuestro alcance, en cualquier circunstancia, por difícil que se presente, el obrar conforme a esa dignidad que ya hemos intuido. Lo nuestro ya no es ser felices, sino ser dignos de ser felices, aunque de hecho no podamos serlo. Lo nuestro es dotar a nuestra vida individual de una forma insustituible, para que así nuestra muerte sea verdaderamente un atropello intolerable, una destrucción absurda y sin sentido, una visible injusticia.

La máxima que guiará nuestras vidas a partir de ahora será: “Compórtate de tal manera que tu muerte sea escandalosamente injusta”.

 

 
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