El lenguaje de Zoido

Madrid

Un consejo para la primera noche del mes de agosto. El ministro de interior haría bien en medir sus palabras cuando habla de inmigración. La responsabilidad de Juan Ignacio Zoido va más allá de mantener la seguridad y garantizar la integridad de las fronteras. Para eso ya tiene las porras y las cuchillas, al ministro le corresponde también evitar con sus declaraciones crear confusión, alimentar ideas falsificadas por los prejuicios, impedir a toda costa esparcir el abono para ciertos sentimientos xenófobos en un país que lleva décadas socializando la inmigración con absoluta naturalidad.

Esta pasada noche unas 200 personas intentaban saltar la valla de Ceuta, cuando el ministro ha descrito lo sucedido ha elegido palabras con una evidente carga semántica. No hay inocencia en la selección del lenguaje, no hay casualidad al describir ese salto como un ataque radical, un asalto, una agresión en la que se ha desplegado una violencia extrema. Palabras que juntas construyen un relato que sirve al mismo tiempo de explicación y justificación, hacen falta vallas y cuchillas, hacen falta porras y porrazos para contener la presión de inmigrantes violentos.

Hemos escuchado muchas veces historias como las que nos podrían haber contado algunos de los 200 migrantes que hoy han intentado saltar las vallas: historias de pobreza, de guerra, de desesperación, de persecución política, sexual o religiosa, historias de viajes durísimos, de miles de kilómetros y meses de recorrido, de abusos, de engaños de los traficantes de personas, de palizas de la policía hasta llegar a las puertas de Europa... hasta toparse con una valla, hasta ser conscientes de que después de tanto sufrimiento, el futuro es cuestión de un salto.

Y saltan y lo intentan con todas sus fuerzas, con toda su desesperación. Parece que el ministro espera que primero nos pidan permiso y que después nos pidan perdón.