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Nat King Cole y la España de los 50

En 1950, el músico consolidaba su popularidad con un disco en castellano

Billboard

Madrid

"Conocí a mi novio con 17 años. Íbamos al baile, cuando libraba, cada quince días. Cuando no podía salir, venía a buscarme y... bajo el balcón, me cantaba Quizás, quizás, quizás de Nat King Cole", cuenta Paquita. Ella no pudo ir al colegio porque le pilló la guerra civil española (1936), cuando tenía 5 años. Lo que pudo aprender le llegó gracias a unas monjas que le dieron unos libros y, memorizando lo que ponía en la tapa, Paquita aprendió a leer. Sin embargo, le costaba escribir las cartas que le enviaba a Mateo, un amor que, según la época, podía estar en Suiza o trabajando por España o... lejos de todo.

Nat King Cole y la España de los 50

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Esta vez, la caja de las postales está dentro de un armario que se abre con una llave. Dentro, el olor a naftalina golpea a la altura de la memoria. Ha pasado tanto tiempo, que los recuerdos que se tienen de la década de los 40 y primeros 50 son tan intensos que duelen. Será por eso es que lo único o lo último que se olvida es la música.

En los 50, Nat King Cole ya era muy popular, pero además publicó un LP que iba a hacerlo inmortal: Cole español, que se grabó en México con mariachis. En realidad, Nat King Cole no sabía hablar español; tenía que aprenderse las canciones palabra por palabra. Un lost in translation, pero adaptándose a la vida de mucha gente.

La voz de Paquita es la de todas las mujeres. Debido a la guerra y a la posguerra, como ella, muchas personas no pudieron estudiar y terminaron dando servicio en casas de familias adineradas. Eran roles asumidos desde el minuto uno porque la lejía olía a pena y olvido.

Paquita iba los domingos “al baile”, porque era el día que no trabajaba. Con Mateo y dos parejas más acudían a El Sésamo para bailar separados a un codo de distancia. Alguna vez, en ocasiones especiales, sonaba una canción para bailar abrazados. Como nunca sabían si esa tarde iba a repetirse más veces, los brazos se convertían en cuerdas y la canción que estaba sonando pasaba a ser un recuerdo imborrable. Esos ratos hacían más llevadera la vida, a pesar del hambre, las prohibiciones y lo mal visto que estaba ser joven y creer en el cariño. En fin, que no eran tiempos fáciles. De hecho, nunca fueron sencillos. Pero bueno, la memoria es un refrán de amor.

 
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