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The War on Drugs y las canciones de carretera

La banda de Filadelfia regresa cuatro años después con 'A deeper understanding', un álbum que figurará entre los más destacados del año

The War on Drugs en una fotografía promocional de su nuevo álbum / WARNER

Madrid

Hay discos que de un modo incomprensible suenan a carretera. Unos son más de autopistas y otros, de rutas secundarias. Neil Young tiene la costumbre de escuchar sus grabaciones durante viajes en coche antes de dar el OK final. Bruce Springsteen siempre probaba sus discos en los altavoces del coche para ver si sonaban como debían sonar.

Hay álbumes que son bandas sonoras de paisajes. Los Doors para el desierto, Sigur Rós para Islandia, o en su defecto Marte, o incluso Lanzarote. En realidad da igual. Cualquier viaje vale y los Doors no pierden fuerza si estás cruzando La Mancha en lugar de Death Valley. The War on Drugs hacen discos de viaje, canciones que encuentran su sentido a esa velocidad en la que el horizonte se difumina. De igual modo que hay discos diurnos y nocturnos, hay canciones para la distancia. Para alejarte o llegar a los sitios. Y en esa categoría los chicos conducidos por Adam Granduciel han alcanzado la cima.

Tras el exitoso álbum de 2013, inspirado en la crisis de identidad que afrontó el cantante y compositor del grupo, The War on Drugs regresan a los coches con un disco impresionante, evocador y furtivo. Un disco sin medias tiendas que les otorga un nuevo estatus dentro de la música americana. Su sonido, pulido y asentado, mantiene una línea recta. La banda crece afirmando su identidad y dejando claro ese rumbo que tras la marcha de Kurt Vile hizo dudar. Grupo poco prolífico, cada una de sus entregas ha ido reafirmado la idea. Canciones melancólicas, largas e intensas que están hechas para recorrer kilómetros sin mirar atrás. Quizá por su fuerza evocadora, tal vez por su efecto analgésico, canciones que hipnotizan a través de las guitarras y una voz suave que acaricia y adormece.

A deeper understanding resulta un álbum soberbio, otro más en su discografía. Un disco que ya no se puede achacar a la casualidad sino a la realidad, una realidad que apunta a que estamos ante una de la las bandas más en forma de la escena americana. Quizá no hayan inventado nada. Sus influencias son claras y reconocidas, pero en la música no siempre gana el que llega el primero sino el que hace el viaje más agradable a los demás. Y en eso, los once minutos de Thinking on a place resultan infalibles, tanto como la maravillosa Pain o la sugerente Strangest think sin olvidar la excelsa Holding on. Canciones, la mayoría de ellas, que podrían haber sido parte del anterior trabajo de la banda de Filadelfia. No hay ruptura en este disco, tampoco hacía falta. Su trabajo ha sido avalado por el paso de Secretly Canadian a Warner sin perder autenticidad. Hay buenas canciones en esta entrega, composiciones que forman un maravilloso conjunto. No se necesita más, y no es poco.

 
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