'Mamá, quiero ser feminista', un espejo en el que mirarse
La escritora Carmen G. de la Cueva habla de las lecturas que han marcado su vida y su literatura
Madrid
‘Mamá quiero ser feminista’ es el título que la editorial Lumen publicó hace unos meses y que ya “se ha convertido en una revelación para muchas mujeres, especialmente chicas jóvenes”. Así lo presenta María Jesús Espinosa de los Monteros. La autora es Carmen G. de la Cueva, periodista y potente dinamizadora y emprendedora cultural que confiesa que el título no fue idea suya: “Fue una propuesta de la editora que lo tenía todo pensado. A mí se me ocurrió un título muy extraño del que ni me acuerdo”.
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En ‘Mamá, quiero ser feminista’, Carmen cuenta su vida desde que nace y describe cómo va conociendo esa palabra, “feminismo”. Quería escribir un libro siguiendo el género del ensayo autobiográfico anglosajón porque “la primera persona me parecía la mejor para acercarme no sólo al feminismo, sino a las lectoras”. Su intención era, de alguna forma, “construir una especie de espejo en el que las lectoras pudieran mirarse. Y qué mejor que la vida de una chica española de veintantos…”
- LAS LECTURAS DE LOS VERANOS DE CARMEN G. DE LA CUEVA
El libro está dedicado a su madre, a su hermana, a la memoria de las mujeres, y con él busca romper “ese silencio que rodea a todo lo que tiene que ver con la vida y el cuerpo de las mujeres. El silencio en torno a temas como la menstruación, el aborto o la violencia ejercida contra las mujeres; y también en la propia familia”. Desde niña, cuenta Carmen, “veía cosas”, pero la palabra feminismo llegó mucho más tarde: en la universidad. “De una forma retrospectiva me doy cuenta de que la manera en que las mujeres de mi familia se reunían por las tardes en torno a la mesa camilla en la calle, en un pueblo de Andalucía, también era una manera de feminismo”, reflexiona.
Cuando una es lectora desde niña, explica la escritora, lo que va buscando en la lectura es “una forma de agarrarse a la vida y de ir aprendiendo cómo vivir”. Siendo mujer, lo que encontraba -no sólo en la literatura escrita por Sylvia Plath, Virginia Woolf o Emily Dickinson sino en sus vidas- era “un espejo en el que mirarme y en el que poder aprender a enfrentarme a las dificultades”.