Espejo cóncavo

Madrid

No sé si les pasa a ustedes. Yo tengo la impresión de que cuanto ocurre es tan extremo que parece irreal. Irreal parece que el demenciado líder norcoreano ande lanzando misiles sobre Japón o que Donald Trump sea presidente de los Estados Unidos o cosas así.

Así mismo también entre nosotros, en un orden de cosas diferente, parece irreal que estemos en vísperas de un choque institucional de imprevisibles consecuencias entre la Generalitat y el Estado y sus leyes. Los responsables políticos se comportan como actores. Saben ustedes que es una profesión que consiste en fingir que no se finge.

Ahora los protagonistas profesionales de la política fingen que controlan la situación. Sin embargo, yo tengo la personal impresión de que a todos ellos, a los de allí y a los de aquí, el asunto se les ha ido de las manos. A todos menos a las CUP. No digo que estén defendiendo posiciones en las que no creen, no, digo que están sorprendidos y asustados del punto en el que se encuentran, que no tienen la menor idea de lo que va a pasar, que se han ido empujando por acción o por inacción hasta el borde del precipicio y se han ido cerrando las salidas.

La inminencia del choque tampoco parece estar impresionando mucho a los ciudadanos. Lleva acumulado el ciudadano tanto escepticismo sobre la política que ha llegado al convencimiento de que la política es una máquina de falsificar y de fabricar exageraciones, de modo que observa cuanto ocurre como si estuviera ante el espejo cóncavo en una barraca de feria, que ya se sabe que muestra imágenes deformadas de la realidad pero que no son ciertas. Sí, todo parece irreal, pero lamentablemente no hay espejo cóncavo. Lo que vemos es cierto. El zafarrancho empieza mañana.