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Referéndum 1 de Octubre

La tarde en que se paró el reloj

La política española atraviesa su momento más decisivo entre plenos de esperpento, desafíos a la ley y un desenlace incierto que marcará un nuevo tiempo

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en los pasillos del Parlament de Cataluña. / TONI ALBIR EFE

Madrid

En mitad del pleno más difícil e inexplicable del Parlament de Catalunya, se estropeó el reloj. Carles Puigdemont sonrió como si de verdad se hubiera detenido el tiempo y pudiera quedarse a vivir en esa tarde larga en que aprobó la ley del referéndum. Al otro día, cuando Mariano Rajoy se comprometió contra una consulta "que rompería la convivencia pacífica", la Moncloa transcribió la conferencia del presidente en un documento al que no puso la fecha del día, ni la del mes siguiente, sino la del 7 de noviembre. Nos están queriendo decir algo con los tiempos, como si Puigdemont estirara su momento esperado y Rajoy sólo pensara en pasarlo cuanto antes. De tanto preocuparse por octubre, apenas se reparó en el tiempo extraño que traería septiembre.

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El Gobierno ha desplegado ya todos los recursos jurídicos -incluyendo las penas de prisión que no se mentaron en el 9N- y el presidente ha dejado una frase en la atmósfera: "Haré todo lo necesario, sin renunciar a nada". El objetivo de Rajoy es que los tribunales frenen el proceso y que se desacredite solo si sus impulsores desacatan o lo someten a trámites tan bochornosos como el pleno de esta semana. Hay en el PP quien, sin defenderlo en público, reclama luego "más mano dura", pero Rajoy prefiere esperar por ahora. Al cabo, lo que mejor se le da es esperar y quizá eso explique la diferencia entre el tono que usó el miércoles la vicepresidenta –"nunca había sentido tanta vergüenza", dijo– y el que tuvo Rajoy en jueves, dirigido a quienes creen que el Estado es "lento o tímido": "Sé lo que se espera de mí". Es el tipo de frases que se escriben pensando en alguien.

Pero Puigdemont plantea el escenario al revés. Ahora que tiene su arquitectura legal, la pregunta para él no es cómo se hace el referéndum sino cómo se lo impedirán. A ese terreno quiere llevar el juego la Generalitat aunque las leyes estén suspendidas, aunque el Consell de Garanties lo desaconsejara, aunque los letrados se opusieran o aunque se forzaran los trámites. La estrategia soberanista ha cruzado el Rubicón y, en este punto, cuenta con que cuanto más duro sea el Gobierno, mayor será la movilización social que concite. Así, la Diada de este lunes volverá a usarse como termómetro.

Puigdemont pretende visualizar ahora el respaldo de los catalanes y la pieza clave serán los ayuntamientos. De ahí el alcance de la posición de Barcelona y otras ciudades importantes porque su reacción complica que se pueda llamar referéndum a una consulta que contraviene la ley y que está envuelta en dudas sobre el censo o el papel de los mossos. A su manera y a estas alturas, también Rajoy trata de provocar una reacción ciudadana: "No dejen de sentirse vinculados y concernidos por lo que estos días se está dilucidando, no asistan a estos acontecimientos como algo lejano o ajeno a sus vidas", pidió a los españoles en su última alocución. Curioso, porque del frente político que ha engrasado con PSOE y Ciudadanos ha excluido a Podemos, que es la tercera fuerza. Extraño mes de septiembre, que precede al octubre más incierto.

 
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