¡A la mierda!

Madrid

Hace días que me pregunto si al final va a estar prohibido reírse, o tomarse con una cierta distancia y sentido del humor el enorme carajal en el que nos han metido con el tema de Catalunya.

El otro día en el parque del retiro, en pleno centro de Madrid, un grupo de personas, más bien mayores, no recuerdo que hubiera jóvenes, da igual. Estaba bailando una sardana. Era una imagen curiosa, simpática, bueno… la sardana, Madrid… Total, que un compañero –y amigo– lo grabó en su móvil y lo colgó en twitter escribiendo algo así como: “¡Atención fiscales, Guardia Civil! Detectados peligrosos catalanistas en el parque”. Era una broma, obviamente, ¡era una broma!

Bueno, pues no veas cómo le han crujido unos cuantos; que si cómo se te ocurre, que si es humor desagradable, que si está fuera de lugar, inconsciente… a mí esto me desespera casi tanto como el propio meollo del problema, al menos como yo lo veo y en el que ya he insistido alguna otra vez: una ilegalidad flagrante –e inaceptable– por parte de las autoridades catalanas y una inoperancia política desesperante por parte del gobierno español.

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No estoy igualando nada, ¿eh?, porque no creo que sean magnitudes comparables, pero no se entiende una cosa sin la otra.

En cualquier caso, a lo que iba, ya sé que el humor, las viñetas de los diarios, los programas de televisión, lo que hacemos en Todo Por la Radio… todo eso está también bajo el fuego cruzado de los más hooligans. Al pobre Andrés Rábago, a ‘El roto’, le han llamado Goebbels este fin de semana, que tiene tela… pero, bueno, digamos que los humoristas profesionales se exponen a la crítica, y podemos entender que va en su sueldo.

Pero esa inquina, ese no pasar ni una, esa mala leche reconcentrada… ¿Tiene que llegar a todos los rincones? ¿No puede haber algún espacio no tóxico, no contaminado? Al menos entre la gente de a pie, ¡un poco de por favor! Que diría aquel.

En fin, hoy se cumplen siete años de la muerte del gran José Antonio Labordeta; yo me quedo con esa frase que soltó en el congreso cuando le estaban tocando las narices mientras hablaba. Le salió del alma y a muchos –y a muchas– creo que nos está saliendo también con todo este lío.

Que cada uno elija el destinatario que quiera, porque hay unos cuantos; ya sé que no arregla nada, pero te quedas muy a gusto: ‘¡A la mierda!’