Orgullo de incumplir
Esto ya no es imaginación al poder; esto es tener la cara más dura que el cemento armado
Orgullo de incumplir
Madrid
Entre las muchas cosas que debemos agradecerle a Forges, está el activador de conciencias conocido como “no te olvides de Haití”. Hace siete años un terremoto devastó ese país, uno de los más pobres del mundo, provocó 230.000 muertos y acrecentó la miseria de otros centenares de miles de personas. Fue una tragedia que nos conmocionó a todos.
La Opinión (25/09/17) - 'Orgullo de incumplir'
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Pero como después de unos días –o unas semanas– de reportajes, crónicas, peticiones de ayuda, llamamientos internacionales y campañas varias la cosa empezó a decaer –que por otra parte es lógico– pues Forges decidió incluir todos los días, todos, esa coletilla a sus viñetas; trataran de lo que trataran, siempre añadía “pero no te olvides de Haití”.
Hoy me viene a la memoria su gesto porque con todo el follón que tenemos –básicamente por el tema catalán– es posible que nos hayamos olvidado de algo muy serio: del incumplimiento flagrante por parte del gobierno español de su compromiso con los refugiados. Mañana vence el plazo para acoger a 17.337 personas, que es lo que habíamos pactado en la Unión Europea, tampoco eran tantas; bueno, pues de momento han llegado 1.980, un pelín más del 11%.
Estos días circula una campaña de varias ONG, con el título “orgullo de incumplir”, donde se alude a lo que supondría eso mismo en otros terrenos de la vida cotidiana. Por ejemplo, un estudiante que presumiera de que su nota media es del 1’1; o una doctora a la que sólo una de cada diez operaciones le sale bien; o un ejecutivo que saca pecho porque en dos años ha cubierto el 11% de sus objetivos. ¿Se imaginan cuál sería la respuesta? el estudiante, suspendido; la doctora, expedientada; y el ejecutivo, despedido sin contemplaciones. Claro, pero eso sería en la vida normal; está visto que en la política rigen otras normas, sobre todo cuando se manda.
Esto ya no es “imaginación al poder”; esto es tener la cara más dura que el cemento armado. Y también en esto tiene razón Forges cuando cualquiera de sus personajes suelta un suspiro diciendo: “¡país…!” es lo que tenemos, es lo que hay.