A un metro de la orilla
Este diálogo que durante tanto tiempo hemos pedido en este momento es un diálogo imposible. Imposible el diálogo que puede ofrecer Puigdemont. Ese diálogo no lo puede mantener el Gobierno español, ni el de Rajoy, ni el de nadie
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El independentismo se ahogó a un metro de la orilla. Le faltó aliento para dar el paso final. El eco internacional que llevaba buscando desde hacía tanto tiempo como cómplice de su proceso se convirtió en las últimas semanas en factor presionante imposible de soportar. Finalmente la declaración independentista terminó siendo una declaración churrigueresca, proclamación no proclamada, luego suspendida, no votada y finalmente convertida en un documento. Una declaración que no separa Cataluña de España pero que sí separa a las CUP de Junts pel Si, que separa el independentismo, que deja herida de muerte a la mayoría. La decepción era el destino natural de un triángulo amoroso contra natura, un pacto político amenazado desde su nacimiento por sus propias contradicciones internas.
En las próximas semanas el independentismo va a tener mucho que trabajar para recoser, para zurcir sus graves costurones. Las próximas semanas, el plazo abierto a disposición del diálogo es un asunto muy interesante de analizar. A mi juicio, este diálogo llega tarde. Este diálogo que durante tanto tiempo hemos pedido en este momento es un diálogo imposible. Imposible el diálogo que puede ofrecer Puigdemont. El diálogo que Puigdemont puede ofrecer es el diálogo para traspasar la actual Cataluña a la República catalana que él ha entendido que es imparable, que tiene que hacerla, que es el mandato que recibió el 1 de octubre. Ese diálogo no lo puede mantener el Gobierno español, ni el de Rajoy, ni el de nadie. Pueden muchos otros diálogos. Se abrirán o no podrán abrirse. A mi juicio llega tarde. El diálogo posible ahora ya es imposible. El gobierno central no puede dialogar.
Finalmente, recomendaría a Mariano Rajoy que controlara su deseo de imponer autoridad, al rebufo de un renacido españolismo y ante la debilidad independentista. Creo que le va a resultar suficientemente rentable explicar qué puede y qué no puede negociar, y mantenerse, al tiempo, dispuesto a abrirse a toda la sociedad catalana. Y, por qué no, mostrarse crítico con sus errores y abrir un tiempo nuevo. Finalmente esto de todas formas va acabar en las urnas, donde se concibe la democracia. Ahora empieza un tiempo distinto. Tras el pesimismo del independentismo de ayer, un tiempo en el cual pueden cerrarse o abrirse definitivamente las últimas puertas de encuentro con Cataluña.
A un metro de la orilla
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