Camino del 155
Va a comenzar otra espera de altísima tensión. Veremos si une o separa a los partidos soberanistas, si calienta o enfría las opiniones públicas o las enfrenta. Lo peor, que haga más irreductible al independentismo en su actual camino sin salida
Llegó la respuesta de Puigdemont, ni sí ni no, una carta explicativa con oferta de diálogo, lo que ya se dijo que no se aceptaría. Entre paréntesis, un diálogo que tendría poco recorrido si, como dijo ayer Oriol Junqueras, solo podría tratar de la construcción de la república catalana.
En fin, todo conduce al 155. Pasado el plazo límite del jueves 19, se activará. Quiero advertir que entonces va a comenzar otra espera de altísima tensión, una espera de semanas, tal vez más. Recordemos el procedimiento: el gobierno concreta las medidas, pide el visto bueno del Senado, y éste, antes de autorizarlas, ha de aguardar las alegaciones de los afectados que, supongo, se lo tomarán con calma.
Esas semanas incandescentes, de alto riesgo, cuando la autonomía catalana esté ya intervenida de hecho y solo pendiente de su implementación, será un tiempo delicadísimo, en el que actuará el factor tiempo en un día a día sulfúrico. El tiempo, quemadura o que pudre. Veremos si une o separa a los partidos soberanistas, si calienta o enfría las opiniones públicas o las enfrenta. Lo peor, que haga más irreductible al independentismo en su actual camino sin salida y nos descontrolemos todos en una marabunta de emociones.
Ojalá soplara un viento de buen juicio y de sentido de la realidad, e incluso de miedo, porque sí, un poco de miedo no nos vendría mal. “El miedo es el principio de la sabiduría”, como decía François Mauriac. Porque algún día todo regresará a la racionalidad de unas urnas, y ojalá ese día no esté todo patas arriba.
Camino del 155
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