Daños colaterales del procés

Daños colaterales de la crisis de Estado. Además de los conocidos y esenciales, la irritación y la desconfianza entre ciudadanos de un mismo país, el coste económico y el descrédito internacional, sumen ahora al eterno y deseado Pacto por la Educación de este país. Los trabajos para el pacto se inician en breve, Esquerra se desmarca, el Pdcat condiciona su participación a la evolución de los acontamientos y el PNV dice que la situación dificulta llegar a un acuerdo también en este campo.

Cuando en algún momento podamos ponerle algo de perspectiva a lo que nos está ocurriendo, nos costará entender cómo consentimos llegar a esta locura. Porque corremos el riesgo de pasarnos los próximos años centrados en el eterno procés catalán, en la manera de organizarnos territorialmente sin tiempo, espacio ni energía para ocuparnos de los problemas que atrapan el día a día la vida de la gente.

¿Desde cuándo no hablamos en profundidad de los salarios que no acaban de subir, de las pensiones que suben un 0,25% mientras los precios lo hacen un 1,6%, de los jóvenes que siguen yéndose adonde se valore su formación o mal-empleándose aquí, de los nuevos empleos y de los que ya no volverán, de quien tiene la soberanía económica real en el mundo, de las listas de espera en la Sanidad, de cómo se ha disparado el precio del alquiler, de la falta de inversión en investigación, de las políticas de igualdad de género, o del cambio climático al que países de nuestro entorno están dedicando ya planes, dinero y pedagogía ciudadana? Y en este barco estamos todos, catalanes, madrileños, murcianos y gallegos.

Daños colaterales, sí, pero en asuntos esenciales.