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El negocio más asqueroso

A ver si al final no será el cambio climático ni una guerra nuclear lo que acabe con el mundo, sino una epidemia de vergüenza

El negocio más asqueroso

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Madrid

Mucho hemos hablado en las últimas horas de ese planeta localizado fuera del sistema solar, un planeta bastante parecido a la tierra, que podría albergar vida e incluso convertirse en refugio de la raza humana si aquí las cosas se tuercen. No creo que ninguno de nosotros, ni nuestros hijos, ni nuestros nietos, ni nuestros biznietos lleguemos a verlo, pero la posibilidad está ahí.

La opinión (16/11/2017) - El negocio más asqueroso

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Esta mañana me he acordado del tema porque ayer hablamos con un astrofísico pero también porque a veces te dan ganas de salir por piernas, te dan ganas –si pudieras– literalmente de abandonar la tierra; sí, porque nuestro mundo tiene algunas cosas tan repugnantes, tanto, que llegas a preguntarte cómo podemos seguir aquí. El dato que les voy a dar lo confirma y culmina una tendencia de los últimos años: el tráfico de personas ya mueve más dinero que el tráfico de drogas o el de armas. O sea que a las mafias, a los criminales, a los que buscan llenar sus bolsillos a cualquier precio ya les resulta más rentable negociar con seres humanos, que no pasar drogas ilegales o suministrar armas a quien se las pida.

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Ojo, estamos hablando de unos 40.000 millones de euros, que es una auténtica barbaridad. Sobre todo porque es un negocio que exprime la desesperación; y el derecho que tiene cualquier persona a buscar una vida mejor. Y, claro, ante un dato tan demoledor lo primero que te viene a la cabeza pues son eso: las mafias, los cárteles, los grupos organizados que manejan el cotarro. Pero creo que no deberíamos quedarnos sólo en eso. Si hay personas dispuestas a pagar a un delincuente, a gastarse a veces todos los ahorros, para que les trasladen de un sitio a otro es porque existen fronteras, muros, vallas, leyes –y por lo tanto, políticas– que les bloquean el paso.

Así que la próxima vez que escuchemos una noticia de inmigrantes ahogados en el mediterráneo, o refugiados sirios varados en tierra de nadie porque han huido de la guerra y ningún país les acoge; o jóvenes latinos que intentan entrar a estados unidos porque no tienen nada que perder, pero acaban perdiendo la vida, la próxima vez preguntémonos si se podía haber evitado; o si alguien podía haber hecho algo más.

A ver si al final no será el cambio climático ni una guerra nuclear lo que acabe con el mundo, sino una epidemia de vergüenza. Esto, desde luego, la provoca.

 
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