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Elecciones 21D

Mientras pasan las campañas

La política es ya una sala de espera: aguardó primero al 1-O y ahora al 21-D, aunque habrá de pasar tiempo para que se resuelva la situación en Cataluña

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en un acto de campaña en Lleida / Quique García (EFE)

Madrid

La política se ha vuelto una sala de espera del gusto de Mariano Rajoy, guardián del tiempo. Lo mismo lo acelera que lo desacelera: "La Constitución ha cumplido 39 años. Son algunos años, pero tampoco son muchos", dijo el miércoles durante los actos de celebración en el Congreso, donde todo eran pronósticos sobre lo que votarán los catalanes el 21 de diciembre. 'Hay que esperar', se repetía en los corrillos. La política, que pasó un año sin gobierno, que luego se suspendió por los congresos de PP, Podemos y PSOE y que se frenó al fin hasta el 1 de octubre, acabará el curso tal como lo empezó, encadenando en los corrillos los hay que esperar. La próxima meta volante será el 21D pero el panorama se presenta tan incierto que incluso hay quien amaga con la repetición de las catalanas. La sala de espera es amplia y las encuestas la hacen hogareña y cálida.

En todo el procés, el Parlament se reunió en sesiones contadas. En la política española, apenas ha quedado espacio para lo que no fuera Cataluña y algunas comunidades empiezan a quejarse por un monopolio que las orilla. El Gobierno ha lanzado esta semana una iniciativa burocrática que, sin embargo, pretende un mensaje político: el Consejo de Ministros aprobó el plan anual normativo, que anuncia las leyes, decretos y reglamentos que el Ejecutivo impulsará a lo largo del año siguiente. Para 2018 prevé nueve leyes orgánicas y 38 ordinarias. El Gobierno quiere lanzar así la idea de que gobierna o al menos lo intenta, a pesar de su minoría y a pesar del asunto catalán, pero al Gobierno lo atrapa su propia realidad, porque es Moncloa la que veta aquellas iniciativas que la oposición pueda imponerle.

Si salen pocas leyes del Congreso es por la falta de acuerdos entre partidos y por la capacidad del Ejecutivo de frenar aquello que no le conviene con el argumento de que supone un exceso de gasto. En la muerte de Manuel Marín, todos loaron sus apelaciones al consenso y a la importancia del Parlamento, pero existe un contraste grotesco entre las palabras bonitas de despedida y la realidad de los hechos. Se observa, por ejemplo, con la reforma de la Constitución o con la reforma del sistema de financiación autonómica. En eso, Rajoy navega en el tiempo y se trae al presente sus propias frases de otros años. La mayor novedad del momento es que pasa el tiempo y se agravan los problemas. La sala de espera adquiere a menudo la forma de una rotonda inmensa sobre la que los partidos giran sin parar.

Así estamos. La política es ahora mismo una sucesión de eslóganes y un cálculo sobre las encuestas, que no dibujan un escenario claro. Sólo faltaba que el CIS del lunes dijera que, de los catalanes que tienen decidido ir a votar, el 30% no sepa por quién lo hará. La batalla entre los partidos que se disputan votantes ha agravado el tono entre ellos y así ocurre entre Esquerra y el PDECAT o entre Ciudadanos y el PSC. Si hay bloques, las grietas están cada vez más a la vista. De eso se hablaba más que de otra cosa en los corrillos del Congreso. Pero todos acababan igual, con la frase que vale para la mayoría de los asuntos que se debaten en política y que, desde hace un tiempo, son siempre el mismo. Habrá que esperar. Y mientras, van pasando los días, lo mismo que las campañas.

 
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