Cuando Bowie se refugió en El Saler
El periodista musical Rafa Cervera debuta como escritor con ‘Lejos de todo’
Madrid
Tras una vida escribiendo de música, Rafa Cervera debuta como novelista con Lejos de todo, un relato evocador y melancólico sobre la adolescencia y los descubrimientos que se producen en esa etapa. El primer trabajo narrativo del escritor valenciano se construye alrededor de un surrealista viaje de David Bowie a El Saler en compañía de su asistente y de su amigo Iggy Pop. Una novela escrita con mimo y gusto que refleja experiencias vitales del autor y sentimientos lejanos que cobran vida en un relato que habla de música, de pasiones y de descubrimientos.
¿De dónde surge tu amor por Bowie?
Bowie empezó a gustarme tarde. Con esto quiero decir que lo mío no fue un amor apasionado y adolescente, como me ocurrió con Lou Reed y Warhol y los miembros de Velvet Underground. Ese era el universo que me absorbía. Y después, Patti Smith y todo el punk neoyorquino. Bowie llegó después. Escuché Ziggy Stardust y David Live y empecé a encontrarle la gracia. Hasta entonces me parecía un personaje muy teatral y un poco exasperante porque parecía que, si querías ir más allá de los Stones o los Beatles, entonces tenías que ser de Bowie. Y yo, que le era muy fiel a Lou Reed decía, “este tío no es para tanto, el que mola de verdad es Lou”.
Cómo viviste la muerte de Bowie
Con mucha tristeza. Sé que no es fácil explicar esto pero voy a intentarlo. Todos los días muere gente de una manera injusta, terrible, gente inocente que es víctima del horror que hemos potenciado en este mundo. Artistas como Bowie funcionan como filtro y también como antídoto a eso. Hablamos de Bowie pero podríamos decir lo mismo de Woody Allen, Paul Auster, Sabina, qué sé yo. Se trata de gente que crea un universo que te ayuda a convivir con la realidad, a entenderla, a soportarla. En el caso de Bowie, su proyección era fantástica en el sentido más literal de la expresión. No era sólo música y letras, era también los vídeos, las portadas, la proyección que él hacía de sí mismo. Seguir a Bowie era excitante, era un aliciente a la vida, y si además acertaba de lleno, como ocurrió con The Next Day, entonces era perfecto. Me enteré de su muerte por la app de la SER y empecé a llorar. La muerte de Lou Reed me costó más asimilarla porque era demasiado tremendo para ser cierto. Creo que la muerte de Lou Reed fue como un punto de inflexión, se abría un nuevo escenario. La muerte de Bowie fue la constatación de que esto era así. Si Lou Reed había muerto, ya todo era posible. Es una sensación que también tiene que ver con el hecho de llegar a determinada edad, esa edad en la que los que son mayores que tú empiezan a marcharse.
Si no hubiera sido él e Iggy los protagonistas de tu libro, ¿a quién hubieses elegido?
Solamente podía ser Bowie. En el fondo, lo he usado para hablar de mí. Me he valido de sus circunstancias en una época determinada, para secuestrarlo y traérmelo a un terreno que conozco muy bien, que es la ciudad donde nací y el lugar donde vivo ahora, que es la playa de El Saler. Bowie confuso y deprimido en 1976 es una máscara para hablar de mi tristeza y mi confusión. Tristeza porque nunca me ha resultado fácil encajar en el mundo y a medida que me hago mayor veo que esa perplejidad no se va, al contrario, aumenta. Pero la escritura es una gran defensa para este tipo de cosas, y también un arma. Cuando acabé de escribir el primer borrador de la novela, en 2008, me di cuenta de que donde tenía que estar era lejos de todo, en El Saler, un lugar desierto y apacible la mayor parte del año. ¿Podría haber sido Lou Reed uno de los protagonistas de esta novela? Yo creo que no, que en todo caso podría haberlo sido de otra. En cuanto a Iggy, en 1976 y 1977 estaba muy unido a Bowie, viajaba con él, grababan juntos; Coco fue su asistente y amiga desde 1974 hasta el final de sus días. Veía bien que fueran tres porque la otra historia también tiene tres personajes. En ambos casos, dos personajes masculinos y uno femenino. Ese reflejo me gustaba y también me obligó a buscar nombres poco habituales para los adolescentes. Si unos personajes se llaman David Bowie, Jimmy o Coco, los otros no pueden llamarse Ana o Fernando. Así que usé el nombre de Cala Cervera, que me hizo mucha gracia cuando se lo escuché a un amigo. Y en cuanto a El Regónzer, es una expresión acuñada por una amiga. Parece que sea vasco, pero en absoluto, es invención pura.
Después de tantos años escribiendo de música por qué crees que la novela ha surgido justo en este momento.
El grueso de Lejos de todo ya estaba escrito cuando murió Bowie. Era un texto imperfecto y estaba en un cajón. Su muerte me hizo retomarlo. A medida que fui reescribiéndolo me di cuenta de que lo tenía, de que la historia estaba ahí. Era cuestión de quitar paja y pulir, pulir mucho. E inevitablemente, a medida que tenía lugar todo ese proceso, que ocurrió entre abril y septiembre de 2016, se fue filtrando el luto por Bowie. Y se mezcló con la melancolía que ya anegaba la novela. Para mí era muy importante hacerla como tenía que hacerla y que viera la luz en la editorial adecuada. Ha salido ahora porque es cuando estaba bien, cuando era literatura, cuando el lenguaje estaba cuidado y equilibrado. Un libro así, o está bien hecho o es un fracaso, porque, de entrada, trata de hacer verosímil lo inverosímil.
El libro tiene cierto tono melancólico con esa mirada tierna a la adolescencia, una etapa de la vida en la que se definen muchas cosas, ¿qué cambió en ti en esa etapa que siga vigente hoy en día?
Creo que sigo siendo un adolescente. Hay una parte de mí que no se ha desarrollado según los parámetros sociales y vitales habituales. Tengo 54 y no tengo hijos, me dedico a escribir de música y vivo rodeado de discos, libros, revistas. No hay ninguna señal en mi vida, salvo las propias del envejecimiento, que me aleje de la adolescencia. No es que se un inmaduro ni me niegue a crecer, al contrario, creo que soy bastante consciente de mi realidad, demasiado a veces. Pero el modo en que vivo y revivo todo aquello que me hizo feliz y que, sobre todo, me hizo ser yo mismo, apenas ha cambiado. Y eso me produce una gran melancolía porque me veo a mí mismo al comienzo de todo y sé que hay cosas que a ese chico y a mí nos siguen importando mucho, pero en medio de todo eso, hay una inevitable franja de tiempo y experiencia que hace que ya no podamos ser exactamente la misma persona.
¿Qué libros sobre esta etapa vital te han inspirado?
Mientras escribía no leí libros que tuvieran que ver con la adolescencia. Me gustaría pensar que algo de El guardián en el centeno se ha filtrado en algún momento en alguno de los personajes adolescentes masculinos. Holden Caulfield en El Saler, la verdad es que también podría haber estado allí durante el verano en el que transcurre la historia. Yo creo que todo lo que tiene que ver con los adolescentes en la novela proviene más de las canciones que de la literatura. Son muchos años oyendo ciertas letras y absorbiendo ciertas emociones.
Los amores adolescentes, los primeros amores, son de los que más marcan, de los que más se recuerdan, son como la primera vez que escuchas un disco que acaba siendo parte de tu vida y creo que eso se refleja en tu libro con esa doble pasión por Cala y Bowie, no sé si te pasa que hay ciertos discos u artistas que están de un modo extraño ligados a ciertas personas…
Estoy de acuerdo con lo que dices, pero he de decir que todo lo que se cuenta en la novela es invención. La historia es ficción. Me valgo de ella para contar determinadas cosas que son mías pero que pueden pertenecer a cualquier otra época de mi vida. Lo de que hay discos que están ligados a determinadas personas también lo veo así. Eso lo contó muy bien Fernando Navarro en Martha. Lejos de todo habla también de ese tipo de pasiones que marcan, pero está contado con piezas de mi propio puzle vital. Se trataba de expresar una serie de sentimientos a través de la ficción. Lo hice porque me parecía una buena historia, un buen tema, pero no estaba buscando exorcizar mi pasado. Estaba exorcizando mi presente a través de los chicos y sus pasiones, y también a través de un Bowie que aparece en un lugar que les completamente ajeno en el cual se siente bien. Ese misterio que tienen los lugares desconocidos, sitios en los que eres un completo extraño y sin embargo, o por eso mismo, te quedarías una larga temporada en ellos.
Tu forma de escribir me ha resultado relajante con unas descripciones pausadas y evocadoras, qué estabas leyendo mientras escribías o antes de ponerte a ello…
Gracias…Puedo decir que en la última fase de escritura sí hubo una influencia buscada de Lucia Berlín. La descubrí y la leí a la vez que me enfrentaba a la versión definitiva del texto. Fue una iluminación porque me ayudó a cortar las frases, frases que en muchos casos estaban escritas hace años y en las que yo ya no me reconocía. Lucia Berlín fue determinante para acabar la novela y darle ritmo. Alguien me dijo a través de Facebook que había cosas que le recordaban al estilo poético de Lou Reed. Ojalá fuese así, sería un triunfo enorme porque he pasado más de la mitad de mi vida escuchando y leyendo sus letras, que son gran literatura.