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Música

Neil Diamond y la búsqueda de la canción de amor perfecta

Hace diez años el canadiense se convirtió en el artista de más edad en llegar al número 1 en EEUU

Neil Diamond durante un concierto en Alemania en 2008 / GETTY IMAGES

Madrid

Uno de los recuerdos más poderosos de mi adolescencia es cantar Sweet Caroline rodeado de las que entonces eran las personas más importantes de mi vida. Un instante que captó todo lo que se siente en esos años: la sensación de estar vivo, de poder con todo, de que el mundo es tuyo y obedecerá tus órdenes.

Tras dejar atrás la adolescencia me alejé de Neil Diamond. Había escuchado el grueso de su obra y sus apabullantes directos en suficientes viajes familiares y más allá de aquel amanecer etílico su música poco sonaba en mi entorno. Pero el canadiense se guardó un último golpe en mi vida. Un golpe maestro, el directo de izquierdas del viejo boxeador que cuando parece rendido y derrotado conecta ese golpe que manda al rival a la lona. Diamond aguantó cobijado durante los años malos y cuando nadie esperaba nada de aquella vieja gloria sacó un disco apabullante y repleto de historias.

En 2008, tras el interesante 12 Songs -firmado junto al productor Rick Rubin- Neil Diamond publicó Home before dark. Recuerdo regalar a mi padre aquel disco el día que salió. Recuerdo robárselo pocos días después tras escuchar la primera canción. Más allá del cariño y las manías a los músicos que pusieron banda sonora a mi infancia, Neil Diamond me pegó fuerte con la canción que abría aquel disco, un álbum que lo convirtió durante unos años en el artista de más edad en llegar al número 1 en EEUU.

If I dont see you again es una de las canciones más poderosas de Diamond, el golpe encima de la mesa de un músico mayor que se niega a resultar intrascendente, a ser solo historia, pasado. Escuché aquella canción cientos de veces. Tantas que tardé tiempo en percatarme de lo interesante que resultaba el resto del disco. Pero todo era menor al lado de aquella balada de viejo orador, de trovador viajado y con arrugas en la mirada. Una canción de amor, de otro amor. Una canción que capta esa belleza evocadora a la que aspira el mejor cine. Siete minutos y trece segundos que empiezan con una voz anciana cantando a un amor lejano. “Si no te vuelvo a ver... ha sido una pasada de viaje, no hace falta que digamos que seremos amigos, no hace falta que prometamos que nos escribiremos”, arranca Diamond una letra que cuenta la historia de un amor del pasado, de un recuerdo lejano que vuelve al final de la vida. “A quién vas a llamar cuando te sientas perdida si no es a mí”, se pregunta el canadiense. “Y al final del día odio dormir solo, no hay nada peor que estar perdido y no querer volver a casa”. Una historia que se quedó atrapada en mi cadena sonando de forma recurrente durante años y que ahora suena a despedida. “El tiempo es perfecto para irse antes de que el telón descienda, justo ahora cuando los dos sabemos que todo tiene que acabar… si no te vuelvo a ver. De algún modo los dos lo hemos logrado, hubiera renunciado a la vida antes de renunciar a ti”.

Home before dark fue el segundo disco de Diamond para American Recordings, el sello de Rick Rubin -el mismo que resucitó a Johnny Cash unos años antes-. Fue su regreso a lo más alto de las listas de éxito de EEUU, Reino Unido o Australia.  Aquel disco relanzó la carrera del canadiense y dejó la sensación de último combate, de última gesta. Un álbum que demostró que todo el talento y toda la fuerza de Diamond seguían allí. Tuvo algo de última noche de gloria. En 2010, Diamond regresó con Dreams, un disco menor de versiones de sus canciones favoritas, ese manido recurso de los músicos veteranos. Aquella edición dotó de mayor mérito sus dos anteriores entregas. Cuatro años después, en 2014, llegó Melody road, su último trabajo hasta la fecha. Como Dreams tenía algo, como casi todos sus discos seguía siendo poderoso. Pero no era igual, no era lo mismo que aquella tarde de 2008 cuando aquel tipo, hoy enfermo de parkinson, derribó mis defensas con una de las canciones de amor más honestas que he escuchado en mi vida.

 
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