Y cada paso, peor que el anterior

Mal, horriblemente mal comienza la nueva legislatura del Parlament catalán, sea cual sea mañana el desenlace final de este interminable culebrón. Igual acabó la anterior, con aquella vergonzante proclamación de la República, la puesta en marcha del 155 y la ridícula huida de Puigdemont. Y arranca así porque los políticos no han sabido hacer los deberes en estos meses ni responder con eficacia a las exigencias de los ciudadanos. Insólita la incapacidad de los independentistas para buscar salidas a una situación que comprobaron que estaba sellada a cal y canto. La vía unilateral era –y es- un disparate absoluto, así reconocido aquí y en Tegucigalpa, que solo conduce a la profunda sima en la que permanecen varadas las ideas sin futuro. Pero tampoco el llamado bloque constitucionalista, encabezado por un Gobierno vacío de capacidades políticas pero atacando por todos los flancos con sus ejércitos de abogados del Estado mosquetón al hombro, ha logrado abrir las vías necesarias para que este largo túnel no acabe en un muro infranqueable, sino en alguna salida, por muy estrecha que sea, que pueda conducir a un futuro de entendimiento, esa meta que debería ser el objetivo de quienes presumen de legalidad y de democracia. El retorcimiento del Consejo de Estado como organismo desechable y del Tribunal Constitucional, tahúr en el Mississippi, es mal argumento para la convivencia futura. Seguimos en el pozo.