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Marlon Williams y la catarsis de los corazones rotos

El neozelandés Marlon Williams regresa con su segundo disco en el que plasma el dolor de su ruptura sentimental

Marlon Williams en una fotografía promocional de su nuevo disco / DEAD OCEANS

Marlon Williams en una fotografía promocional de su nuevo disco

Madrid

El maldito amor duele cuando acaba, pero a cambio suele dejar buenas canciones. Casi todos los músicos han plasmado en algún momento sus heridas en canciones. Lo hacen con una doble intención. El dolor inspira y la escritura resulta terapéutica. A Marlon Williams (Nueva Zelanda, 1990) el arañazo le ha dejado una bonita cicatriz y un enorme disco, Make way for love. Tras dos años y medio de vida en la carretera en los que Williams no registró ninguna canción, su ruptura con la también cantante Aldous Harding lo llevó a sentarse frente a la hoja en blanco para terminar una quincena de composiciones en un par de semanas. Terapia barata para noches largas. El resultado ha sido un disco que rompe con el country con el que se presentó hace tres años para adentrarse en lo más profundo del alma.

En su nueva creación, el joven músico rumia sobre el destino, la soledad y las compañías con una voz profunda y cavernosa que ruge desde lo más íntimo de su alma. Tras el buen recibimiento que tuvo su homónimo debut, Williams se ha hecho de rogar, pero la ruptura ha terminado resultando una especia de catarsis y todas esas canciones que no salían han terminado explosionado a la vez, con dueto con su expareja incluido, el melancólico Nobody gets what they want anymore, un tema que no esconde la sangre y que enseña hasta el hueso de la herida como también hace en la sobrecogedora I didnt make a plan o la apocalíptica Love is a terrible thing.

Williams enseña demasiado en su segunda entrega, no tapa, ni esconde ni tampoco aparta la cara. El músico se desnuda sin vergüenza y al hacerlo recoge sentimientos que nos son comunes a todos los que pasamos también por esas noches largas y solitarias. Un disco sobresaliente y crudo que deja cierto optimismo hacia el final, cierto tono de esperanza, de ventana abierta al futuro, a volver a levantarse.

Ritter, Springsteen o Dylan

El dolor de Williams reflejado en estas canciones no es nuevo ni el neozelandés es el primer músico que vuelca su frustración en canciones. Discos sobre divorcios o separaciones hay bastantes, unos más explícitos que otros. Josh Ritter convirtió el dolor de su ruptura en el espléndido The beast in it tracks, uno de los mejores trabajos de su carrera y un disco que cerraba el círculo con el nacimiento de un nuevo amor que acabó convirtiéndolo en padre año y medio después de escribir sobre su dolor.

La lista de músicos llorando sus penas en canciones es larga, Joni Mitchell viajó a Europa tras su ruptura con Graham Nash y regresó con la génesis de Blue (1971), un álbum intenso y evocador que indaga en las fases y etapas por las que pasan las relaciones. Más directo fue Marvin Gaye con Here, my dear (1978), el disco doble que compuso a su exmujer por encargo del juez y cuyos beneficios irían a parar a su excompañera. Mientras el disco de Ritter está marcado por el dolor y el de Mitchell, por una necesidad de buscar explicaciones, el de Gaye es un álbum con mucho rencor.

Otros trabajos no son tan temáticos o directos, pero enseñan las heridas de los fracasos sentimentales como es el caso de Tunnel of love (Bruce Springsteen, 1986), compuesto por el músico de Nueva Jersey tras su divorcio de Julianne Phillips y que llevó a Springsteen a hablar del amor por primera vez. "No escribí buenas canciones de amor hasta aquel disco", confesaba el músico en su acústico para VH1. También pasó por un amargo divorcio Bob Dylan. Su separación de Sara Lowndes dejó cicatrices en las canciones de Blood on tracks (1975. Aunque puede que uno de los trabajos más explícitos sea Rumours (Fleetwood Mac, 1977), un álbum donde la ruptura y las rencillas de las relaciones copan la temática de las canciones de un grupo en caída libre.

En la lista de los discos de ruptura hay todo tipo de artistas, Frank Sinatra cantó sobre el tema en 1955 tras fracasar su relación con Ava Gardner y medio siglo después Amy Winehouse se hizo un nombre destripando sus fracasos sentimentales con enorme honestidad. “Nunca pensé en hablar de mis relaciones en mis canciones, pero acabé haciendo siete canciones sobre un exnovio en mi primer disco”, apuntó la cantante en una de sus primeras entrevistas tras la edición de Frank, curiosamente titulado así en honor a Sinatra.

Cuando las relaciones fracasan surgen los rencores, los lamentos, las preguntas sin respuesta, los bruscos recuerdos. Los grandes artistas, sean músicos, poetas o escritores, consiguen convertir todo ese dolor y esos sentimientos en espejos en los mirar nuestro propio pasado. El último ha sido el joven Williams que ha vuelto a demostrar que la música y las canciones son la mejor medicina para el alma.

 
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