¿Barreras para inmigrantes o para pobres?

Madrid

La misma Europa reticente a abrir sus fronteras a los refugiados, esa Europa en la que asoman la cabeza peligrosamente partidos xenófobos que reclaman sus países para los nacionales, acoge en su seno a un miembro como Chipre que vende directamente la ciudadanía a extranjeros ricos. Desde 2013, este país estableció un sistema para entregar pasaportes a cambio de inversiones en su país. Con la operación ha atraído más de 4.000 millones de euros y han obtenido la ciudadanía millonarios de todo pelaje, especialmente rusos y ucranianos, algunos vinculados a la corrupción, tal y como ha desvelado The Guardian.

Otros países como España no llegan a tanto, pero también conceden permisos temporales de residencia siempre y cuando el solicitante traiga debajo del brazo una cuantiosa inversión. El de Chipre es el ejemplo elocuente de que el rechazo social no se produce hacia el extranjero, sino hacia el extranjero pobre. Y no nos sorprende, porque el rechazo al pobre también se da entre nacionales. Pero sí que sería conveniente que la Unión Europea aclarase si le parece bien que uno de sus estados ponga tarifa a la nacionalidad. Porque no parece que ese mercado encaje con el espíritu fundacional de la Unión.