'Tigres de papel', la película de los comienzos

Madrid

A finales de 1976 un joven arquitecto madrileño llamado Fernando Colomo financiaba sus primeros cortos con el poco dinero que ganaba. Se había matriculado en la Escuela Oficial de Cine, en la especialidad de decoración y, para financiar su primer largometraje creó, en régimen de cooperativa, una pequeña productora vendiendo participaciones entre amigos y parientes a los que además “sableaba” pidiéndoles prestados sus pisos y apartamentos para poder rodar los interiores. Unos meses después estrenaba una película que significaba el nacimiento de un subgénero dentro de nuestro cine: la comedia madrileña. El título de ese film era “Tigres de papel”.

“Tigres de papel” se rodó en apenas veinte días, contaba con un presupuesto ridículo y mantenía el espíritu amateur de los cortos que Fernando Colomo había rodado hasta entonces. La película era el retrato de un matrimonio separado de progres durante la Transición. Pero la trama era lo de menos. Lo que de verdad importaba eran los diálogos que revelaban las actitudes compartidas por los jóvenes de la época. Con un tono y un estilo muy diferente al de “Asignatura pendiente” de José Luis Garci, la película se empapaba de una fina ironía para reflejar los cambios, las contradicciones personales, los sueños y los ideales que se vivían esos jóvenes durante la Transición. En el reparto de la película había actores como Joaquin Hinojosa, Enma Cohen, Miguel Arribas o Félix Rotaeta, pero sobre todo significó el debut en la pantalla de una de las actrices fundamentales del cine español de las últimas décadas: Carmen Maura.

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Fernando Colomo pensaba que había rodado una película seria y profunda, con una fuerte carga ideológica, pero cuando se proyectó por primera vez en el Festival de San Sebastián de 1977, descubrió con asombro que el público se partía de risa con los diálogos y con los personajes a los que se les veía haciendo por primera vez algo tan “subversivo” como fumarse un porro. Durante la proyección Carmen miraba atónita al director pero éste le dijo: “Tú cállate y di que es una comedia”. Y como tal se promocionó. Además los críticos empezaron a usar a partir de entonces el término “comedia madrileña” para referirse a películas como “Tigres de papel”; es decir comedias, protagonizadas por jóvenes y ambientadas en Madrid. El propio Colomo seguiría en esta línea con otras películas como “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?”, “La mano negra” o “Estoy en crisis”. Fernando Trueba aportaría al género “Ópera prima” o “Sal gorda”; Miguel Ángel Díez “De fresa, limón y menta” o José Luis Cuerda su debut como director con “Pares y nones”. Pero el fenómeno no duró mucho. La fórmula se agotó rápidamente, sobre todo cuando se produjo el salto generacional y los jóvenes progres de la Transición dejaron de serlo.