Contigo dentroContigo dentro
Ocio y cultura

Lo mío es puro pecado

La Tana recibió una carta de un tal Mario, quien al parecer, la ama desde México...

Getty Images

Madrid

Conozco a unos cuantos hombres llamados Mario, demasiados, quizás. Uno con el que celebré en la plaza de Neptuno el doblete del Atlético de Madrid, inaugurando mis celebraciones futboleras y haciéndome para siempre colchonera. Otro que está ahora mismo en la India, comprando un sinfín de maravillas incluyendo mis frascos de ámbar gris por los que pagaré una pasta. Un cámara de televisión con el que trabajé y un publicista que, dicen, triunfa con su propia agencia. El caso es que recuerdo unos cuantos Marios. Y a pesar de que no he tenido con ninguno más roce que el que se presupone por haber coincidido a lo largo de nuestras vidas, creo que no me olvido de ningún amante llamado Mario.

Como para olvidarme de uno que fuera mexicano, utilizara máquina de las antiguas para escribir sus cartas y hubiera compartido con él los recuerdos que me relata en una misiva fechada en agosto de 2016. La carta llegó en un sobre amarillo, con cierre de hilo rojo. Una de esas exquisiteces que me recuerdan que hubo una época en la que yo escribía cartas manuscritas a todos mis amantes. Gustaba de que me recibieran en su propia casa. De que me imaginaran antes de abrirme. No dejaba de ser un juego perverso con el que ponía a prueba las ganas que tuvieran de que nos rondáramos el mapa de nuestros cuerpos. Si mi amante contestaba, nos cogíamos con muchas más ganas después del calentón entre líneas que erupcionaba. Echo de menos aquellas cartas de ida y vuelta, como los cantitos gaditanos que emigraban a Cuba y después volvían. En cada uno de aquellos viajes se nutrían de más amores que cuando partieron.

No sé quién es este Mario. Solo sé que jamás fuimos amantes. Si no, habría sabido que gusto de dar muchos más detalles de mis folladas espléndidas. Que recuerdo a qué huele la piel de los que se restriegan conmigo. Que sé a qué sabe el sudor de los que se empapan entre mis piernas.

Ay, qué suerte tengo de que me manden cartas amantes enamorados y qué pena que sean incapaces de que yo los recuerde. Querido Mario: Dios no bendice mi manera de amar; deja de provocarlo al pobre. Ya te digo que lo mío no es más que pecado del bueno.

Lo mío es puro pecado
 
  • Cadena SER

  •  
Programación
Cadena SER

Hoy por Hoy

Àngels Barceló

Comparte

Compartir desde el minuto: 00:00