La odisea del último trovador
Charley Crockett, uno de los jóvenes más interesantes de la música estadounidense, regresa con un álbum fascinante y breve
Madrid
Los buenos músicos se cocinaron en la carretera, de pueblo en pueblo, como los antiguos juglares y los viejos trovadores. Charley Crockett es de esa escuela. Crockett se largó de casa pronto, dejó su pueblo de Texas y se dedicó a recorrer EEUU haciendo autostop en busca de canciones. Las encontró en el metro de Nueva York, donde estuvo tres años, y en las calles de Nueva Orleans, huerto fértil donde los haya. En esos días, Crockett aprendió una importante lección: la simplicidad de las canciones breves y directas. “En la calle no puedes tocar canciones que no te reporten monedas. Si la canción no funciona, tienes que tirarla. Nadie te está pidiendo que estés en la calle tocando, más bien al contrario, por lo que tienes que luchar por la atención de la gente”, apuntaba el músico en Rolling Stone.
Esa lección, la importancia de la brevedad, se ha traducido en su obra. Su último trabajo, el espléndido Lonesome as a shadow, solo contiene una canción que supere los tres minutos. No hace falta más. Sobre esa concisión, Crockett ha apuntalado un disco que se mueve entre el folk y el soul encajando melodías dulces con letras ácidas que maridan con acierto y elegancia.
Las claves de este intenso disco se encuentran en las propias vivencias de Crockett, tipo inquieto que tras patearse el suburbano neoyorquino se marchó a Copenhague junto a un músico de jazz que conoció una tarde, luego bajó a París, y tras la etapa francesa llegó hasta Marruecos, donde vivió nuevas aventuras. Todo ello son experiencias que han abierto la mente de Crockett y que lo han ido definiendo como compositor y como intérprete.
El año pasado, el texano se dio a conocer con Lil G.L’s, un disco de versiones en clave honky tonk. Gracias a este álbum la revista Rolling Stone lo incluyó en la lista de nuevos nombres del country a descubrir. Todo un impulso para el artista que ha cogido fuerzas para regresar con su mejor trabajo hasta la fecha, un disco elegante y conciso donde todo encaja y donde las distintas influencias de Crockett, buen amigo del soulman Leon Bridges, se funden de un modo coherente.