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Al fin y al cabo, es una puta

El editorial de Celia Blanco en Contigo Dentro

Getty Images

Madrid

Tres hombres drogan a una mujer, tienen sexo con ella en varias ocasiones y, cuando son detenidos porque la mujer denuncia, alegan que ella es prostituta y que pagaron por sus servicios. El juez los deja en libertad, aunque abre diligencias para investigar lo ocurrido. Se les acusa de abuso sexual, no de violación. Al fin y al cabo, es una puta.

La reflexión de que las prostitutas no merecen la misma protección por comerciar con la sexualidad, es más habitual de lo que parece. Es frecuente considerar que, ya que cobran por tener sexo, este puede reclamarse cuando se quiera. La putofobia es una aversión tan clara como lo es el machismo, e incluso en muchos grupos que se hacen llamar feministas, se señala a la puta, que no olvidemos es otra mujer, se la señala con desprecio y necesidad de redimirla. No sé si de todos sus pecados o de los que eligen algunas...

El caso que les he contado, el de la puta que denuncia haber sido violada y la manada, en este caso de Murcia, se defiende alegando su profesión es real. Los tres hombres están en libertad provisional, bajo una orden de alejamiento, y a su favor tuvieron que la mujer es prostituta. Las mujeres que trabajan con el sexo están más desprotegidas. A las putas no se las cuida. A las actrices porno no se las respeta. Igual que los que piden esconder a los pobres de la ciudad para que estas no desluzcan, de las profesionales del sexo se habla lo justo. Y lo que es peor, se las deja hablar a ellas aún menos.

Planteemos un debate con todas las partes implicadas. Aunque solo sea para que todas las mujeres que deciden libremente cobrar por tener sexo, puedan ejercer su profesión, sintiéndose y estando protegidas. Para que no sea tan fácil señalar a las mujeres que toman sus propias decisiones con la que, no olvidemos, no deja de ser su propia sexualidad. La parte ética del discurso de que las trabajadoras sexuales favorecen una educación machista y falocéntrica no me atrevo a argumentarla. Pero sí me comprometo a que en este programa, en este espacio, tenemos abiertas las puertas a que iniciemos el debate.

¿Van a atreverse a dejar a las putas al margen solo por que es con el sexo con lo que comercian? No les veo los mismos escrúpulos con otras profesiones. Y algunas dejan idénticos cadáveres, reales y ficticios. Hay que escuchar a las putas y dejar de hablar por ellas. Hay que respetarlas porque hasta la última de las mujeres merece que su sexualidad solo le pertenezca a ella.

Aprendamos de una vez que hasta la más barata de las putas merece ser tratada como la dama que es.

 
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