A esto sí que le llamo yo correrme

Madrid

No nos tocamos lo suficiente, no exploramos todas las posibilidades que nuestro propio cuerpo tiene. Dicen los expertos que el contacto físico con los que nos rodean teje telarañas invisibles de relaciones personales que las hacen inquebrantables. Hay culturas donde no se manifiesta el amor en público. Un japonés jamás me cogería en volandas al recuperarme después de mucho tiempo. Qué pena, recuerdo magníficas situaciones en las que alguien no pudo reprimir demostrarme cuánto me quería. La educación que hayamos recibido, la de veces que nos hayan tocado en público demostrándonos afecto, determina cómo nos comportamos nosotros con el resto. Y debieron de quererme mucho, porque yo no puedo dejar de tocar, abrazar y besar a ninguno de mis amantes.

Un, dos, tres. Tres dedos paseando por mi espalda. Un, dos, tres. Dos manos recorriendo mi cuerpo. Un, dos tres. Una lengua enredándose con la mía. Utilicemos todos los argumentos para que ni un solo centímetro de nuestro cuerpo se quede sin conocernos. Un, dos, tres. Aprendimos a descubrirnos. Un, dos, tres. Déjame que explore. Un, dos, tres. Ven tú ahora y no dejes que yo me vaya.

Quisiera que todo el sexo que tuviéramos viniera precedido de tu piel pegada a la mía. Que buscaras mis reacciones a través de la yema de tus dedos. Que buscaras los rincones que no despertaron para que así amanecieran excitados. Quisiera que me dejaras hacer contigo lo mismo, meterte mano buscando los recovecos en los que pueda haber el más mínimo resquicio de placer.

Tócame, explórame, acaríciame y haz que no pueda pasar sin que repases con las manos el mapa de mi cuerpo. Conquista cada montículo y apodérate de cada cueva. Conviértete en el descubridor de cada uno de mis placeres. Déjame que descubra cada uno de los tuyos.

A esto sí que le llamo yo correrme...