Justicia de cuatro ruedas

Madrid

Ya no hay duda: la justicia está de moda. El tribunal supremo acaba de fijar normas para la convivencia entre taxis y vehículos de alquiler sin conductor. Resumiendo, como yo lo veo: no se le pueden poner puertas al campo, de acuerdo, pero tampoco se puede entrar a saco. Hay que competir en igualdad de condiciones.

Seguro que ya saben de qué les estoy hablando, pero por si acaso lo recuerdo. Los taxistas se sienten discriminados, amenazados, invocan su carácter de servicio público –que lo tienen- y las exigencias que deben afrontar, mientras los nuevos operadores reclaman su derecho a competir. Por eso lo que hace el supremo es concretar cuáles han de ser las reglas del juego. Lo más relevante es que da por buena una limitación de licencias de empresas tipo Cabify en función del número de taxistas, en este caso será una licencia por cada treinta taxis. Y también obliga a que buena parte de su flota, el 80%, trabaje en la comunidad autónoma donde dispone de autorización.

Yo no sé si es pronto para decirlo así de forma rotunda pero es posible -¡ojalá!- que esta decisión judicial permita acabar con un conflicto que se arrastra hace años y que ha derivado en episodios de gran tensión. Porque lo que subyace en el fondo es un asunto complejo: intentar que casen los intereses legítimos de un colectivo profesional, que tiene sus líos internos, que tiene que seguir modernizándose, el sector del taxi, sí, sí, todo eso es verdad….pero que tiene sus derechos; se trata de casar eso con los nuevos hábitos de consumo, la gran revolución digital y tecnológica que, efectivamente, no tiene vuelta atrás. Pero a la que tampoco se puede otorgar patente de corso en aras de la modernidad. O sea, que en el fondo, efectivamente….es una cuestión de justicia.