Hemos vuelto

Madrid

En su primer día de la labor, el Gobierno dejó dos señales muy potentes de doble dirección con destinos simultáneamente a la UE y a España. Dos señales que comportan decisiones nada fáciles, muy valientes y que no son dos fuegos artificiales para hacer 'oh' y desvanecerse enseguida; sino que comprometen a perseverar como un alistamiento. 

La primera es de gran impacto. Recoger en Valencia a los 629 migrantes y refugiados del barco Aquarius rescatados por Médicos sin Fronteras al que Italia y Malta habían cerrado las puertas y al que el resto de Europa ignoraba como si no fuera asunto suyo. La medida es de humanitarismo elemental. Pero, al mismo tiempo es una demostración de implicación europea al asumir una responsabilidad que con una simple nacional no le estaría correspondiendo directamente a España. 

Es una demostración y un ejemplo de lo que los 27 unidos podrían y deberían hacer si no pensaran que el problema lo tiene solo el que los tiene frente a sus costas. La iniciativa, coordinada con Naciones Unidas tiene una dimensión moral y política de gran vuelo. Que el primer acto de gobierno tenga este sentido le honra y nos enorgullece. 

También hubo una segunda noticia, de distinto peso, pero que igualmente nos devuelve a Europa con voz fuerte y clara cuando el Gobierno de Pedro Sánchez presentaba en Estrasburgo sus planes energéticos. La ministra de Transición Ecológica, cuyas convicciones son muy conocidas, defendió la nueva política: supresión de impuesto al sol, apoyo decidido a las renovables. Le va a dar a nuestro país algún disgusto, pero desde luego le va a dar un gran protagonismo en la batalla energética que está en plena ebullición en Europa. Eso es precisamente lo que la ministra Teresa Ribera quería dejar claro ayer cuando anunciaba el propósito de nuestro país de jugar fuerte en Europa donde llevábamos demasiado tiempo difuminados. España ha vuelto, dijo. Tiene razón, así es. Con dos decisiones nada cómodas, pero de gran contenido.