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De la debilidad, ¿virtud?

Consciente de su fragilidad parlamentaria, Sánchez explora el entendimiento con Cataluña y anuncia reformas sociales e ideológicas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la cumbre de la OTAN / YVES HERMAN Reuters

Madrid

Manuel Vázquez Montalbán habló de la transición como una "correlación de debilidades" y algo de aquella metáfora alcanza al presente: el presidente Sánchez gobierna con el escaso sostén de 84 diputados; el president Torra lo hace con el apoyo de un bloque fragmentado en corrientes y partidos. Y, sin embargo, se mueven. Su reunión en la Moncloa, adornada con la fuente de Machado y la ratafía, marca el principio de otro tiempo. De momento en las formas. En el fondo, ya veremos. "Es la oportunidad para darse una oportunidad de que haya un acuerdo que, ahora mismo, está muy lejos", resumió el vicepresidente catalán tras verse con la vicepresidenta Calvo este jueves. Había ahí otra señal del tiempo: hay prisa. La comisión bilateral entre el Gobierno y la Generalitat se convocará a finales de este mes de julio o, a más tardar, a principios de agosto.

Sánchez y Torra saben de su mutua debilidad aunque intentan sacar partido de ella. No les queda más remedio que explorar un entendimiento mientras, en paralelo, la decisión del tribunal alemán sobre Puigdemont introduce novedades relevantes. Por lo pronto, cuestiona la instrucción del juez Llarena y su procesamiento por rebelión. Las consecuencias a largo plazo para el proceso no están todavía claras pero, en pocos días, se han presentado cambios en el contexto.

El PSOE, de paso, observa cómo la coyuntura le va dejando libre el botín del centro político, en vista de que Ciudadanos y el PP se enredan en una escalada por guardar las esencias patrias. Aparecen en la atmósfera destellos de legislaturas pasadas: otra vez Vázquez Montalbán, que llamó a aquello "la aznaridad". Rivera pretende una reforma que excluiría a los nacionalistas del Congreso y se propone como quien acabará con "40 años de apaciguamiento". Escoge sus ejemplos detenidamente: "Hay que hacer como Churchill, no como Chamberlain", que fue el primer ministro británico que cedió ante Hitler. Es una escalada, porque está en juego la hegemonía del centro-derecha y a esa hegemonía se llega a través de Cataluña. O eso parece: en plena disputa interna en el PP, Soraya Sáenz de Santamaría ha hablado de "apartheid" y Pablo Casado ha ido de la ilegalización del independentismo a la salida del tratado de Schengen. Fronteras, ilegalizar, mano dura. En el PP aguardan para saber si lo que ha pasado es que se ha ido Rajoy o que ha vuelto Aznar.

Correlación de debilidades. Mientras el procés seguía su vida propia, los nuevos ministros dejaban por el Congreso y hasta en Bruselas una lluvia de anuncios. Sobre el margen en el déficit, la memoria histórica, la igualdad, la reforma del Código Penal y la necesidad de que un sí explícito consienta una relación, la educación concertada, la religión en los colegios... "El paquete básico de la izquierda", ironizaban en la oposición, que contraatacaba con su propio "paquete básico": Sánchez pacta con los que rompen España, beneficia a los presos de ETA, se parece a Zapatero y hasta tiene tentaciones "bolivarianas". Es el festín de los argumentarios. El Ejecutivo actúa como si tuviera tiempo para tanto cambio y, más importante aún, como si tuviera los diputados para sacarlo todo adelante. Sabe que no es así pero, con la mayor precariedad parlamentaria que se recuerda, ha optado por ir a buscar una oportunidad, precisamente, en sus propias debilidades.

 
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