Embrollo de aúpa

Barcelona

Puigdemont seguirá libre, sus colegas en la cárcel. Así lo ha decidido el juez Llarena, Como ya se venía anunciando, el magistrado rechaza la entrega de Puigdemont y retira las euroórdenes contra los exiliados del proceso, en un auto de veintiuna páginas muy crítico con los tribunales belga y alemán. Tres preguntas nada más: Primera: ¿Puede permitirse un juez rechazar la entrega de una persona contra la que se ha querellado, incumpliendo de este modo la obligación de perseguir el delito, aunque solo sea el de malversación en este caso? Segunda: ¿Por qué después de desplegar una panoplia de argumentos y consideraciones contra la decisión de los tribunales extranjeros Llarena no acude al Tribunal de justicia europea? ¿Tan débil es la confianza del juez en sus propios razonamientos? Tercera: ¿Realmente se dan las condiciones para un juicio justo cuando acusados y procesados por los mismos delitos están en situaciones tan desiguales? Desde Europa, a Llarena le han arruinado su imprudente relato. El embrollo es de aúpa: natural consecuencia de la confusión entre política y justicia con la que se ha manejado el conflicto catalán.

Me produce una profunda tristeza que Israel se proclame “Estado nación del pueblo judío”. Los que fueron perseguidos, exterminados, segregados, vejados por razón de raza y origen, se constituyen ahora en Estado étnico. El parlamento israelí hace de la raza criterio de exclusión en su propia casa, oficializa un estatus de inferioridad para sus conciudadanos árabes e impone el hebreo como única lengua oficial. Netanyahu y los suyos han llevado a Israel al abismo de la indignidad. Los judíos no lo merecen. Los palestinos, tampoco.