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Jugar por jugar

El juego online se dispara en España. El número de jugadores se ha duplicado en cuatro años, los ingresos de las casas de apuestas han crecido un más de un 200%. Los expertos advierten del riesgo para los menores y de una forma de juego que quema el dinero mucho más rápido que el tradicional

Getty Images

Dímano es una ciudad que no reconocerán de algún lugar de la periferia de Madrid. Aparentemente, Dímano es como tantas otras. Buena parte de sus edificios son de ladrillo, con ventanas de aluminio de cristal simple, de formato antiguo, por las que debe colarse el frío cuando aprieta el invierno. Hay un cartel de oferta de manicura y pedicura por menos de cinco euros, ropa tendida en los balcones y en algunos parques, donde las madres se sientan a charlar en un banco mientras niños y niñas juegan a algo que se parece al fútbol con el escondite y con pasos de baile. Todavía no son las seis de la tarde y el sol cae a chorro sobre las aceras. Los ancianos se protegen de él bajo una sombra para proseguir la tertulia y otro autobús atraviesa las carreteras –tranquilas, sin apenas tráfico- camino de la capital. Puede que le suene, que usted crea que vive en Dímano. Pero no. Dímano hubo que inventarla porque perdió su nombre en una apuesta. Lo perdió un grupo de hombres a los que la banca les quitó el derecho a poder decir con tranquilidad sus nombres, sus edades, el lugar en el que viven. Todo eso se lo jugaban mientras la ruleta giraba o Messi tomaba carrera para tirar un penalti y no lo sabían. Creían que solo era dinero. Por eso todos los escenarios aquí relatados existen, pero a Dímano hubo que buscarle otro nombre.

"Un simple viaje, disfrutar del paisaje del camino en el coche, no lo haces. No lo haces porque estás pensando en otras cosas. En dónde te has metido, en cómo salir... Pides créditos, pides todo y pierdes, directamente, tu felicidad", afirma Julián, que tampoco se llama así, que supera por poco la treintena, que un día descubrió que había conducido hasta la oficina sin tener la menor idea de por dónde había llegado, de cuál había sido su ruta porque la había perdido. "Me di cuenta de que estaba allí y no recordaba nada de por dónde había ido". Su cabeza no estaba con él. Necesitó de todo su valor para empezar la terapia que le permitiera desengancharse del mundo de las apuestas online.

"Cuando llegas aquí es muy duro. Te insultan (los terapeutas), te dicen que no quieres a tu mujer ni a tus hijos. Nos llaman hijos de puta, gilipollas, porque es la única manera de que te des cuenta, de que recuerdes lo que has hecho y el daño que has producido", explica Antonio. Por supuesto, Antonio tampoco se llama Antonio.

Antes de empezar a emplear otro nombre, Antonio empleaba el crédito rotativo para engañar a su mujer y empleaba las tarjetas de crédito para alimentar la espiral del juego. "Un día llamó el banco a casa y le dijo a mi mujer: 'oye, que te estás gastando mucho con la tarjeta´. Ella dijo: '¿yo? Si yo no he comprado nada´. Por eso te digo que engañamos, nos volvemos mentirosos compulsivos". Julián adeuda al banco 14.000 euros. Ahora trabaja para devolverlos. "Mira, el otro día fui a ver un partido del Madrid y hacía mucho que no disfrutaba tanto de un partido. De repente me di cuenta de que solo estaba viendo el partido, sin más. Un alivio".

Pero lejos de tratarse de problemas individuales, de carencias o defectos personales, de la historia de Antonio y Julián, hay todo un sistema que alimenta la dinámica. El juego online se dispara en España. Cada vez juegan más, cada vez son más jóvenes.

Los números que no paran de crecer

Los ingresos de las empresas dedicadas al juego online han pasado de 229 millones de euros en 2013 a 560 millones el año pasado. Es la cifra resultante tras descontar los premios y bonos concedidos a los jugadores. Es decir, es lo que entra en la caja. Un crecimiento del 244%. La Dirección General de Ordenación del juego elabora informes trimestrales sobre la evolución del juego online. Sus datos confirman la tesis de numerosos expertos. Los perfiles de jugador han cambiado. Ya no son fumadores que entre nubes de humo en locales ocultos accionan la palanca de la tragaperras. Los nuevos enganchados son chicos de entre 18 y 35 años, que apuestan por internet porque ven a sus ídolos deportivos protagonizar campañas, participar en torneos y, supuestamente, ganar.

"Cada vez tenemos más menores de edad. El otro día nos llegó un chico de 16 años aquí", cuenta el presidente de una asociación de jugadores rehabilitados. En España hay hoy más de 1.400.000 jugadores online, más del doble que hace cuatro años. "El juego online es demasiado accesible para menores de edad. Basta con que tengan el carné de su padre o de su madre. Y en las casas de apuestas de la calle no controlan el acceso", asegura el mismo presidente

. "Conocimos el caso de unos padres que fueron a buscar a su hijo menor a una casa de apuestas y exigieron que les devolvieran todo el dinero porque si no les iban a denunciar". Existe un registro de personas con el acceso prohibido al que se acogen voluntariamente los jugadores enganchados, pero esquivarlo, dicen las asociaciones, es demasiado fácil. "En muchas puertas de centros no te piden nada. Yo si quiero entrar ahora en una casa de apuestas de las de aquí, sé que puedo. Y eso que estoy en esa lista", dice Julián.

Las casas de apuestas son las grandes ganadoras, las que más dinero mueven, unos 311 millones solo el año pasado, según datos de la Dirección General de Ordenación del Juego. Les siguen los casinos online (172 millones), el póquer (60 millones), el bingo (11 millones) y los concursos (6 millones). Con estas cifras de ingresos han multiplicado su inversión de publicidad. Ha subido un 66% desde 2013. "Nos sentimos solos ante ellos", dice el presidente de la asociación de jugadores.

Las exigencias de regulación

La primera norma que reguló el juego online fue la que promovió el gobierno de Zapatero en 2011. Era solo el principio. De entonces quedaron pendientes algunas cosas que hoy preocupan a la organización de jugadores. No hay ninguna regulación sobre la publicidad que ocupa las camisetas de 13 de los 20 equipos de primera división de nuestra liga de fútbol. Julián cuenta que "saben dónde atacar y cuando estás ahí metido y ves que un equipo grande marca dos goles y tú no has apostado... te afecta". Justo el mensaje publicitario de las casas de juego: no pierdas la oportunidad.

Hoy la ley permite levantar casas de apuestas justo al lado de colegios. Una estrategia que, según denuncian las asociaciones de jugadores, es más que frecuente. "Llevamos peleando por una ley que regule la publicidad desde hace cinco o seis años y con cambios de gobierno y retrasos no hemos conseguido nada", protesta el presidente. "Tú no verás a un futbolista fumando o bebiendo, pero a Piqué y a Neymar los ves jugando al póquer", denuncia Julián.

Las Comunidades Autónomas poseen cierto margen de regulación, pero los problemas siguen siendo los mismos en casi todas. Si buscamos conocer cuánto recauda el Estado con todo esto es difícil saberlo. Los datos reales, aunque sería posible calcularlos, no se hacen públicos. La Agencia Tributaria solo computa lo que ingresa el gobierno central con el Impuesto sobre el Juego –que, por cierto, se redujo en cinco puntos hace unos meses para algunas de las actividades que grava- pero no hay datos de todo lo que va a parar a las arcas de las Comunidades Autónomas. Esa suma no se hace o no se hace pública. Al buscar en el Instituto Nacional de Estadística qué porcentaje del PIB español representa el juego, tampoco hay dato. Este nivel de desagregación no se realiza.

Los trucos

"Estás con una máscara, te crees que lo tienes controlado pero no", dice Julián. No controlas, no sabes la fórmula, no tienes el mecanismo de cálculo para ganar. El azar es mucho más poderoso que eso. Es lo que explica la doctora en Psicología y autora del libro El juego online en los nativos digitales, Irene Montiel. "El ser humano es muy inteligente y puede ocurrir que nos creemos esa ilusión, esa fantasía de que dominamos el juego" porque queremos justificar de algún modo racional el hecho de entregarnos a ese placer desmedido.

Ese es el truco psicológico. El juego hace saltar por los aires nuestro sistema de recompensa cerebral. "Cuando una persona experimenta un subidón de dopamina tan fuerte, puede colapsar estas conexiones sinápticas. Entonces digamos que otras conductas o situaciones que antes producían placer ya no lo hacen. Es como que el sistema de recompensa queda ocupado", señala Irene. Nada de lo que hace un jugador le llena tanto como jugar y cada vez necesita hacerlo más fuerte. "Estás con la familia y discutes, estás de mal humor, no hablas con ellos. Solo estás pensando en jugar", coinciden Julián y Antonio.

Juegas, pierdes y vuelves a apostar más fuerte para recuperar lo perdido. Juegas, ganas y las casas te limitan las ganancias o te ponen condiciones imposibles para retirar el dinero, afirman los jugadores.

Un día Julián se levantó llorando. Su chica, a su lado, en la cama, le preguntó qué le pasaba. Quería dejarlo. No podía más. "Porque a alguna persona le puede gustar jugar pero siempre hay algo más, algún motivo. Algo que le inquieta en su vida, algo con lo que no está a gusto, que le preocupa o una puerta que ha dejado abierta en su vida y le hace daño". El juego era la forma de evadirse, confiesa Julián. En la otra cara de la moneda. El juego era (es) el gran negocio.

 
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