1 de octubre, el gran fracaso
La operación Copérnico, montada para evitar el referéndum, había costado 87 millones de euros. No dimitió nadie
undefinedVÍDEO: PABLO PALACIOS
Madrid
En la mañana del 1 de octubre era evidente para todos, independentistas incluidos, que el referéndum convocado por el soberanismo, sin censo, sin junta electoral ni apoderados y prohibido por el Tribunal Constitucional no podía tener la menor validez. Por si faltara algo, la Comisión de Verificación de Venecia lo había dejado muy claro unos días antes. De todas formas daba lo mismo porque el referéndum ilegal había quedado desactivado por completo, o eso al menos llevaba una semana pregonando con gran trompetería Rajoy, Soraya y Zoido. Se había desarbolado todo: papeletas urnas y colegios. Sin embargo, a la hora de la verdad dos millones de catalanes se encontraron con más de 4.500 mesas perfectamente surtidas de urnas y de papeletas.
1 de octubre, el gran fracaso
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Siempre he creído que parte de la absurda desmesura policial de aquel día se debió al sentimiento de humillación y de ridículo. Con las lamentables fotos de la jornad, Carles Puigdemont decidió por su cuenta dar por legalizado el referéndum ilegal y se consideró legitimado para continuar su enloquecido camino hacia la proclamación unilateral de la independencia, con ellas construyó la campaña publicitaria internacional que aún continúa. La operación Copérnico, montada para evitar el referéndum, había costado 87 millones de euros. No dimitió nadie.