Apretar hasta ahogar

Madrid

El deterioro de las instituciones catalanas tiene ya un nuevo certificado. Por la mañana, El president de la Generalitat, la máxima autoridad en la comunidad, el encargado de que Cataluña funcione, llama a los radicales a apretar. Y por la noche, después de todo un día apretando y dificultando la vida a los catalanes, los mossos, a los que Torra manda, tienen que contener el asalto al Parlament entre peticiones de dimisión del propio Torra, gritos de “las calles serán siempre nuestras” y acoso a Inés Arrimadas, la jefa de la oposición cuando abandona el recinto.

Hoy, después de dos meses y medio cerrado, el Parlament celebra su primer pleno, debate de política general. Pleno que se celebra con la imagen de unas instituciones devaluadas por la acción u omisión de quienes tienen la obligación de protegerlas.

Pero si se mira con un poco de distancia la situación, una realidad se abre paso. Venimos de dos bloques monolíticos: de un lado el independentismo y del otro un gobierno, el de Rajoy, que se negó a hacer política, con el resultado que aún estamos viendo.

Hoy los dos bloques están resquebrajados. En el independentismo comparten objetivo pero parece evidente que no todos pueden compartir el camino, esta revuelta callejera permanente y la ausencia real de gobierno en San Jaume.

Y del otro, del lado de la política española, la unidad que el PSOE brindó al PP cuando Rajoy gobernaba no se da a la inversa. No conceden Casado y Rivera a Moncloa la posibilidad de explorar otros caminos a los ya conocidos.

Pero, en contra de lo que pueda parecer a simple vista, la desaparición de bloques cerrados es el único camino, lento e incierto, pero camino, para que los moderados de un lado y otro puedan encontrar, algún día, alguna salida.