Amapolas rojas
Mirar atrás está bien para saber lo que no se debe repetir, pero la paz de los cementerios es mala consejera para lanzarse al futuro
Madrid
Las amapolas rojas han vuelto. Los británicos las lucen para recordar a los caídos en la I Guerra Mundial. Un poeta escribió que crecían más en los campos anegados de sangre por las batallas. Aquella "gran guerra" puso fin a 100 años de paz en el continente europeo. Francia, Alemania, Italia y Reino Unido eran las grandes potencias coloniales que veían venir a la emergente: Estados Unidos.
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La situación ahora no parece muy distinta, las antiguas potencias coloniales siguen manteniendo el estatus por su participación en la globalización, pero están divididas en sus intereses nacionales y no sólo miran con recelo al líder de la superpotencia que les ningunea sino también a la amenaza rusa y a la pujanza china.
Mirar atrás está bien para saber lo que no se debe repetir, pero la paz de los cementerios es mala consejera para lanzarse al futuro.
Los ciudadanos deben ser el motor, como ha sucedido en Estados Unidos, para devolver el aliento a una Unión Europea que pierde cohesión y fuerza enredada en debates egoistas. El objetivo de que no vuelvan a crezcer más amapolas no es suficiente.