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Di Bartolomei, el futbolista que se suicidó el día que se cumplían diez años de la final de Champions perdida

"Me siento encerrado dentro de un agujero" fueron las últimas palabras del ex capitán de la Roma

Di Bartolomei y la dureza de la retirada

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Seguro que en más de una ocasión cualquiera se ha preguntado qué sucede cuando un deportista, o mejor dicho, un ídolo, deja su profesión. Qué pasa detrás de los focos, detrás de la puerta de su casa, cuando los aficionados ya no llaman a tu puerta, ya no te piden autógrafos, ya no te invitan en los restaurantes ni te llaman para los eventos de la final. Pues lo que pasa es que casi todos desaparecen y no son pocos los que les cuesta aceptar su nueva realidad. Este es el caso de Agostino di Bartolomei. "Me siento encerrado dentro de un agujero" fueron las últimas palabras que pasaron por su mente.

Agostino di Bartolomei nació en Roma en 1955. Su sueño desde que tuvo uso de razón sólo fue uno: ser futbolista de la Roma. No tardó en conseguirlo, debutó con su equipo del alma con tan sólo 18 años, en San Siro, contra el Inter de Milán y con el dorsal número 10 a la espalda. Empezó como centrocampista, se convirtió en central, en líbero y demostró rápidamente su calidad. Aunque una lesión de menisco mientras estaba cedido en el Vicenza le hizo ver las cosas de otra manera, le ayudó a crecer y a volver a su equipo más maduro.

En su vuelta a la Roma, primero se convirtió en titular indiscutible, después llevó el brazalete de capitán. Fue el santo y seña de la mejor Roma de la historia. Un equipo en el que estaban Tancredi, Vierchowood, Conti, Ancelotti o el brasileño Falcao. Fueron cinco años de auténtica locura romanista. La Copa de 1979, la de 1980 y en 1983, la segunda liga en la historia del club. Y con goles importantes y decisivos de Ago.

Lo mejor estaba por llegar o eso parecía. La Roma fue eliminando rivales hasta llegar a la final de la Copa de Europa de 1984. Una final, que además, se jugaba en el Estadio Olímpico de Roma. Y ahí comenzó el principio del fin para Di Bartolomei. El equipo italiano no pudo con el Liverpool. Aquel fantástico Liverpool de Kenny Dalglish, Sammy Lee, Ian Rush y un jovencito llamado Michael Robinson. Los ingleses se llevaron el título en la tanda de penaltis.

En el vestuario romano no hubo ni una lágrima; sí gritos, los de Agostino di Bartolomei recriminándole a Falcao que no se hubiera atrevido a lanzar uno de los penaltis.

De héroe a villano

Días después, Ago anunció que dejaba el equipo. Se marchaba al Milán, y su juego no encajaría en el esquema de Sven Goran Erikson, aunque fue clave en el resurgir del equipo rossonero. En esa temporada, le marcó un gol a su querida Roma, y lo celebró con demasiada efusividad, granjeándose la enemistad de quienes un día le adoraron. Ya no querían saber nada de su ex capitán.

Tres años después, la llegada de Arrigo Sacchi al Milán provocó su marcha al Cesena y ayudó en su permanencia. De ahí a la Salernitana, para que su mujer viviera cerca del mar, y colaborando en el ascenso del club a la serie B, ascenso que se produjo con un gol suyo. Ahí, en el campo, y con las emociones a flor de piel, Agostino anunció que se retiraba del fútbol. Y empezó a cavar su agujero.

Di Bartolomei trató de continuar ligado al fútbol. Como comentarista, y como entrenador de niños pequeños. Pero algo no funcionaba, le faltaba algo. El balón, el olor del césped, el frenesí de la competición, el calor de los aficionados... Algo, y todo a la vez. Ago no pudo soportarlo.

El 30 de mayo de 1994 acabó con su vida. Justo el día en el que se cumplía una década de la derrota en la final de la Copa de Europa. No parece una coincidencia. Se levantó sin hacer ruido y se fue a la playa que había delante de su casa. Se pegó un tiro. En su nota de despedida retumbaban siete palabras: "Me siento encerrado dentro de un agujero".

Un funeral multitudinario con personas que no vieron lo que pasaba o que no supieron ayudarle. Una canción de Vendetti lo refleja a la perfección. "Lleno de amigos, sólo y abandonado ahí; si hubiese amor para el campeón, hoy estarías aquí. Este mundo absurdo llora al campeón cuando ya no hace falta".

 
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