No olvidemos a los corruptos. Ni a sus jefes
Todos sabíamos, pero ayer lo confirmamos, que semejante gatuperio, que contaba con la activa colaboración del comisario Villarejo, ingrediente imprescindible en todo estercolero, solo tenía como único fin robar los papeles que pudiera guardar el delincuente Luis Bárcenas en contra del PP
No olvidemos a los corruptos. Ni a sus jefes
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Madrid
Tan rápida va la actualidad política, que corremos el riesgo de dejarnos entre un Torra y otro Torra alguna noticia que por su importancia merecería más atención. Veamos, por ejemplo, las andanzas de la llamada policía patriótica, aquella charanga de los tiempos de Rajoy que montaron en Interior el medallista de vírgenes, el inefable Jorge Fernández Díaz, y su jefe de Policía, el frenético tuitero Ignacio Cosidó, ridículo perdiguero de faisanes.
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Todos sabíamos, pero ayer lo confirmamos, que semejante gatuperio, que contaba con la activa colaboración del comisario Villarejo, ingrediente imprescindible en todo estercolero, solo tenía como único fin robar los papeles que pudiera guardar el delincuente Luis Bárcenas en contra del PP. ¿Para dárselos al juez, como cabe esperar de personas tan respetables como Fernández o su fiel escudero? Quiá. El objetivo no era otro que tapar todas aquellas miserias y hurtar a la justicia cualquier otra prueba incriminatoria contra el partido de Génova, impregnado hasta las cachas de sucia corrupción.
Ahora, rubricado por el propio Ministerio que esa era la mandanga que se traían todos ellos entre manos, nos asalta la gran duda, que no es otra que saber cuántas pruebas encontraron y de qué calibre, y cuántas quemaron o destruyeron, como hicieron a martillazos con los discos duros del ordenador del tesorero. ¿Tendrá su merecido paso por la trena el responsable de semejante vergüenza?