Las esclavas invisibles
Avisé a la policía, pero no la encontraron. Días más tarde, volví al burdel. Un encargado me dijo que los dueños la habían castigado por hablar con una periodista
Las esclavas invisibles
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Madrid
Conocí a Lawan hace un tiempo en una especie de bar-burdel chino cerca de la calle del Pez, en Madrid. Yo estaba haciendo un reportaje. Ella vino hacia mí y me habló en inglés para que la madame del local, china, no la entendiese. Me dijo que era tailandesa, que tenía 20 años, que le habían dicho que venía a España a trabajar bailando en un club, y que nunca le habían hablado de sexo. Pero ahí estaba, en un antro sucio y oscuro, manteniendo relaciones sexuales a la fuerza, una vez tras otra. Los ratos libres los pasaba encerrada en una casa, haciendo sudokus. Me suplicó que la sacara de allí. Me dijo que quería volver a Bangkok con sus padres. La madame la vio hablando conmigo, y se la llevó.
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Avisé a la policía, pero no la encontraron. Días más tarde, volví al burdel. Un encargado me dijo que los dueños la habían castigado por hablar con una periodista y que seguramente estaría ya en un club de carretera de Guadalajara, o de Cuenca… Que ya no podría encontrarla nunca. Y así fue. Han pasado años, pero en estos días en los que se habla de la futura ley de trata, y de hasta dónde debe y puede llegar, no puedo dejar de recordar la mirada de esa chiquilla morena, desamparada y asustada, ni de imaginar dónde puede estar.