Scilingo y los 'vuelos de la muerte'
El ex militar argentino ha sido condenado a 640 años de prisión por crímenes de lesa humanidad
El 14 de enero se iniciaba en la sección 3ª de la Audiencia Nacional el primer juicio por los delitos de genocidio, terrorismo y tortura contra uno de los militares que participaron en la sangrienta dictadura Argentina: Adolfo Scilingo. La decisión adoptada hoy por la justicia española, condenando a 640 años por delitos de lesa humanidad, establece un histórico precedente para el esclarecimiento de uno de los episodios más oscuros de la década de los 70 y 80 en el cono sur de América, los denominados 'vuelos de la muerte'.
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El juicio comenzó con una esperpéntica actuación teatral del acusado que nadie creyó. El ex teniente de navío de la Armada argentina trató de ocultarse debajo de una manta y con guantes de lana. Fingió no escuchar las preguntas del magistrado, sentirse mareado y con dolor de cabeza. Pidió ser examinado por los médicos forenses, que constataron su engaño: estaba perfectamente lúcido para poder hacer frente al juicio en el que la Fiscalía solicitaba 9.138 años de prisión, condena que se ha visto muy rebajada por el tribunal.
Se iniciaba así el juicio contra Adolfo Scilingo, militar activo durante la cruel dictadura argentina, vigente desde marzo de 1976 a octubre de 1983, que secuestró, torturó y asesinó a miles de opositores políticos y sociales. Uno de los centros donde se ejerció ese 'proceso de terror', según el testimonio de los supervivientes, las organizaciones políticas que siguen investigando y los jueces, fue el Casino de Oficiales de la ESMA (la Escuela de Mecánica de la Armada). Desde finales de 1976 hasta finales de 1977, Scilingo vivió allí, siendo jefe de Electricidad y Automotores.
A pesar de que ahora lo niega, fue el propio Scilingo, a través de sus confesiones a los medios de comunicación y su declaración ante el magistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, quien más datos aportó sobre los procesos de secuestro, tortura y asesinato de miles de opositores al régimen dictatorial. De forma voluntaria llegó a España en 1997 y no tardó mucho en confesar, muy detalladamente, las torturas ejercidas y cómo se arrebataba a los hijos de los secuestrados, y posteriormente asesinados, para entregárselos a dirigentes políticos y militares de la dictadura.
Luego, se desmintió a sí mismo. "Creo que soy una persona, en cierta forma, atormentada por lo que no he hecho", ha llegado a confesar durante el juicio. "Lo que me lleva a actuar es el odio y la venganza". Quería vengarse, según su nueva versión, porque no hizo nada para impedir la persecución política y militar de su hermana que al final fue torturada y asesinada.
Torturar y asesinar, "un honor" para los militares
Scilingo, un militar de segundo nivel, no destapó la caja del horror, sino que la describió con detalles. Tras el fin de la dictadura, en 1983, una comisión nacional creada para investigar el destino de los desaparecidos reveló un informe donde se denunciaba el secuestro sistemático de hombres, mujeres y niños, la existencia de alrededor de 340 centros de detención y el uso metódico de tortura y asesinato.
El ex militar relató que "cerca de 1.500 oficiales de la Armada", de una plantilla de 2.000, "participaron alguna vez en esta forma de ejecución de ciudadanos", porque para ellos "representaba un honor". Este dato también ha sido desmentido en su relato por Scilingo durante el proceso "digo la verdad cuando me interesa para llevar adelante las investigaciones".
Pero las investigaciones ya llevan muchos años produciéndose. Según la Comisión Argentina de Derechos Humanos, el balance de las dictaduras argentinas se aproxima al genocidio y exterminio masivo de ciudadanos: 2.300 asesinatos políticos, unos 10.000 arrestos por causas políticas y la desaparición de entre 20.000 y 30.000 personas muchas de las cuales fueron asesinadas y sepultados en fosas comunes, en lugares desconocidos, muchos de ellos en el fondo del mar.