Guadalupe Plata y el sonido basura
El trío de Úbeda presenta su segundo álbum, un disco que demuestra que el grupo sigue creciendo en los alrededores del blues gamberro y de taberna
Cuando una banda se consolida con la manoseada etiqueta de "grupo de directo" solamente tiene una opción cuando regresa al estudio: hacer que el nuevo material suene igual que sus actuaciones. Eso es lo que ha hecho Guadalupe Plata tras su EP presentación de 2009 y su largo de 2011, ambos, como este, titulados con el nombre de la banda.
El trío de Úbeda viajó este año a Austin para grabar su tercera entrega en tres días, en directo, tocando juntos como sonaría en un concierto. Un disco con fallos y erratas, como el directo, como la vida, pero un disco que vuelve a demostrar que son una de las formaciones con mayor proyección en un escena donde escasean los héroes patrios.
Más información
Puede que Guadalupe Plata naciese sin grandes pretensiones, por divertimento, sin grandes sueños. Apenas había nadie en sus primeras actuaciones en la capital, pero la banda ha ido conquistando público con una apuesta honesta, tan honesta que no suena raro escuchar su blues castellano. Su actitud, su sonido y su forma de tocar son lo más Memphis que puede haber en Andalucía. Su paso por el Primavera Sound de 2010 les presentó ante un nuevo público y desde entonces el grupo no ha parado de crecer tanto a nivel nacional como internacional, llenando salas en España y dando que hablar en sus giras estadounidenses. Su apuesta, sin pretender revolucionar la música, genera una instantánea empatía. Sus letras resultan divertidas y siniestras y se alejan de los lugares comunes del blues europeo para hablar de detalles cotidianos de una realidad diferente, más española. Sin embargo, su sonido, es igual de potente que el de los afroamericanos de Chicago.
Por todo ello, su regreso discográfico había generado cierta expectación por ver cómo respondía la banda ante las exigencias que ellos mismos han generado entre su público. La respuesta no podría haber sido más acertada y el grupo ha grabado otra joya que contentará a los oídos más exquisitos y que mantendrá su masa de seguidores en aumento. El disco contiene temas como Oh my bey, una locura de canción repleta de fuerza y de matices sonoros que reflejan ese preciso instante en el que el blues se convierte en rock and roll. Sus letras irónicas vuelven a aparecer en Demasiado, una de esas canciones de sonido basura y pantanoso donde cantan: "Tu boca es grande, tu boca es grande... hablas demasiado". El blues es mi amigo es un tema tan sencillo como funcional, una canción eléctrica en el que la letra se esconde tras el ruido de bajo, guitarra y percusión por la sencilla razón de que a veces lo que hay que decir no es tan importante.
Voy caminando, en cambio, es la música de una película del oeste, una de esas piezas clásicas de los de Úbeda que bien podría venir firmaba por una leyenda del género. "Voy caminando, voy hacia el río. El otro muerto se murió de frío", canta Perico de Dios acompañado de la guitarra más sucia de Austin. "Jesús está llorando porque has sido mala", berrea De Dios en Jesús está llorando uno de los mejore cortes del álbum. El disco termina y el ruido sigue en tus oídos, la suciedad mancha la moqueta y estás despeinado. No está mal. Ruido canalla, sucio y tabernario, pero bendito ruido.