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Kennedy, en Berlín: "Yo también soy berlinés"

El alegato de J. F. Kennedy en el balcón del ayuntamiento de Berlín en 1963

El presidente de los Estados Unidos acuñó en Berlín, el 26 de junio de 1963, uno de sus momentos históricos. Ante 400.000 berlineses, en presencia del alcalde de la ciudad Willy Brandt, Kennedy pronunció un discurso defendiendo la libertad frente al totalitarismo soviético.

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Aquel día de junio, muy parecido al de este miércoles, los berlineses escucharon estas palabras del presidente norteamericano: "Hay mucha gente en el mundo que dice no comprender cuál es la gran diferencia entre el mundo libre y el mundo comunista. Dejad que vengan a Berlín. Hay algunos que dicen que el comunismo es el movimiento del futuro. Dejad que vengan a Berlín. Y hay quien argumenta que el comunismo es un sistema maligno pero permite nuestro progreso económico. Dejad que vengan a Berlín".

Los expertos en retórica consideran que este discurso de Kennedy es modélico. Los historiadores ponen el foco en la situación de aquel momento. Apenas dos años antes la URSS había alzado el muro de Berlín, separando de forma inhumana a personas, familias, barrios y haciendo visible la concepción ideológica de dos mundos distintos. El mundo vivía en plena Guerra Fría, después del episodio de los misiles en Cuba. Kennedy era el primer presidente norteamericano que viajaba a Alemania desde que Truman acudiera a la Conferencia de Postdam tras la II Guerra Mundial.

De aquel histórico discurso se recuerda sobre todo su afirmación: "Yo también soy berlinés". Kennedy, citando la afirmación de la ciudadanía en la Roma Imperial "civis romanum sum", quiso hacer una comparación emotiva y señaló:"Todos los hombres libres, dondequiera que ellos vivan, son ciudadanos de Berlín. Y por lo tanto, como hombre libre, yo con orgullo digo estas palabras: Ich bin ein Berliner". Por cierto, al añadir el "ein" convirtió la solemne afirmación en algo que a los alemanes les sonó a "Yo también soy una berlinesa -un popular bollo de crema-". Otra anécdota de la visita es el comportamiento de las autoridades del otro lado del Telón de Acero, que ordenaron poner unas gigantescas lonas detrás de la Puerta de Brandemburgo, naturalmente rojas. Ninguna cámara de televisión pudo captar a Kennedy sin sacar, de fondo, aquella reafirmación comunista.

 
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