Ocio y cultura
REPORTAJE

'Juncal', la olvidada joya televisiva de Jaime de Armiñán

El Goya de Honor 2014 fue además uno de los padres de la ficción televisiva en España

Paco Rabal de frente. De perfil, Rafael Álvarez 'El brujo'

Hubo un tiempo en el que nuestras series, como las americanas de HBO o AMC, se dividían en capítulos de menos de una hora. Hubo un tiempo en el que nuestras series, como estas americanas y británicas de las que todo el mundo habla, tenían un creador que imprimía su sello en cada guion, en cada episodio. Hubo un tiempo en el que nuestras series mostraban personajes que son a la cultura de España lo que Walter White o Donald Draper pueden ser a la cultura estadounidense. Hubo un tiempo en el que no importaban las audiencias, porque sólo había una cadena -con dos canales. Era una cadena pública que apostaba por la más absoluta calidad. Una cadena que, durante décadas, dio cobijo a Jaime de Armiñán.

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El que es ya el Goya de Honor de 2014 ha sido desde casi los inicios de TVE uno de los padres de la ficción televisiva española. Entró en el ente público en enero de 1958. Su primer encargo fue adaptar cuentos clásicos en un formato de 15 minutos para ser emitidos. En torno a las fábulas, a los cuentos y a las historias gira todo su trabajo en TVE. Si algo ha sido Jaime de Armiñán es un gran creador y contador de historias. Las supo escribir, las supo filmar y supo rodearse de grandiosos actores.

Durante la última etapa de los cincuenta, los sesenta y la primera etapa de los setenta, Jaime se dedicó en cuerpo y alma a la ficción televisiva. 'Cuentos para mayores' en 1958; su primera serie, 'Galería de maridos' (1959) con Adolfo Marsillach de protagonista junto con Amparo Baró; 'Mujeres solas'; 'Chicas en la ciudad'; 'Confidencias'; 'Fábulas', con Fernando Fernán-Gómez (1968). En 1968 también nació 'Historias de la frivolidad', exitosa serie de sketches con dirección de Chicho Ibáñez Serrador y guiones de éste y Armiñán.

Tras una etapa fuera de la televisión, Armiñán recibió en 1983 el encargo de lo que, a la postre sería su obra maestra para televisión. El entonces director de La Primera, Enrique de las Casas, pidió a Armiñán que escribiese y dirigiese una serie de relatos distintos de una hora. Algo así como mini-películas para televisión. Entre ellos destacó uno especialmente, el de un torero retirado al que la vida le había embestido más que los toros: 'Juncal'.

'Juncal', olvidada obra maestra

Ese relato de 1984 de apenas una hora de metraje derivó en una de las mejores series de la historia de nuestra televisión y cuyo nombre y el protagonista fue el mismo: 'Juncal' y Paco Rabal, posiblemente el mejor actor español de todos los tiempos. Siete capítulos de poco más de 55 minutos. Siete obras de arte que se vieron recompensadas con el Ondas a Mejor Serie.

Se necesita ser extremadamente simplista -además de simple- para decir que 'Juncal' es una serie de toros. Los toros no eran más que el envoltorio de un complejo y maravilloso personaje al que daba vida un excelso Paco Rabal. Los toros eran el mundo de José Álvarez Juncal, un torero sesentón retirado tras una grave cogida. Era más que su mundo, era su modo de ver la vida, su filosofía: "Mira, hay dos tipos de toreros: los de arte y los de bragueta. Los de bragueta, a cobrar; los de arte, a acompañar."

'Juncal' es la historia de un perdedor, de un entrañable soñador cuya victoria no fue sólo ver cumplido su sueño, pues esa cogida lo frustró; sino el pasar por esta vida como un hombre hecho a sí mismo. Juncal, llegó a la vejez queriendo enmendar sus muchos errores del pasado, cometiendo aún más para conseguir este propósito. Juncal, un hombre que quería cambiar, pero que no podía. Sencillamente porque este pobre soñador que cada mañana le hablaba a la plaza de toros de Sevilla no podía dejar de ser honesto con su propio corazón. Siguió siempre los designios de su corazón, primero hacia los toros, después hacia las mujeres y, más tarde -viejo ya- hacia su hijo. Nunca encontró lo que buscaba.

Sin embargo, Juncal era un sinvergüenza feliz. Tan feliz cuando no tenía ni dónde comer ni donde caerse muerto como cuando se hospedaba en hoteles de cinco estrellas. "Qué pronto cierran los bares en los hoteles... Cinco estrellas, psss", comentaba Juncal en el séptimo y último capítulo; frase que bien dibuja el espíritu de este andaluz que compartía lo poco que tenía con la misma facilidad que pedía dinero y favores para aplacar la sed de sus vicios, que no eran pocos.

Junto a él, su fiel amigo el limpiabotas Búfalo (con la magnífica interpretación de Rafael Álvarez 'El brujo'). De esas amistades que son tesoros. Juncal y Búfalo, hermanos de vida. No corría la misma sangre por sus venas; eso era lo de menos. Nunca quiso a nadie Búfalo como a su amigo el maestro Juncal. El ex torero, por su parte, le premió con sus últimas palabras antes de morir: "Búfalo, gracias".

Un impresionante relato costumbrista, a lo largo de siete capítulos, de la sociedad española y, más concretamente de la andaluza, en los años ochenta. Sus clases sociales, sus ideologías, sus valores... Con un reparto de oro encabezado por el propio Paco Rabal -que siempre calificó a Juncal como uno de sus mejores personajes- y seguido por Emma Penella, María Galiana, Fernando Fernán Gómez, Lola Flores, Asunción Balaguer...

Actores de gran talla que permitían a Jaime de Armiñán -guionista y director- filmar largas secuencias en las que el diálogo reposado, el gracejo andaluz, el silencio y la emoción le ganaban la partida a la acción. No es necesaria en 'Juncal'. Basta con ver cualquier capítulo para quedar embobado eternamente en una de las conversaciones sobre la vida que mantienen Juncal y el limpiabotas. "Búfalo, he tomado una decisión heroica: me voy a poner a trabajar.", le comentaba en un capítulo a su amigo con una botellita de cazalla sobre la mesa.

Armiñán, con la inestimable labor interpretativa de Paco Rabal, creó una serie y un personaje que deberíamos recordar y del que nos deberíamos sentir orgullosos. Del que deberíamos hablar como hablamos de Tony Soprano, de Walter White, de McNulty... Un personaje espejo de nuestra cultura. Un Lazarillo de Tormes de los ochenta.

El Goya de Honor con el que el cine español homenajeará a Jaime de Armiñán en la próxima edición de los Goya, rescata del olvido a uno de los padres de la ficción televisiva de este país en el que, a día de hoy, es común escuchar a guionistas decir que "en España empezamos a hacer series, prácticamente, en la década de los 90". Así estamos.

 
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