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CRÍTICA

Merece la pena comprar en Galerías Velvet

Los buenos datos de audiencia y su calidad la convierten, posiblemente, en la mejor serie española de las que actualmente están en emisión

Recreación de la Gran Vía de 1958 en la serie 'Velvet'

Recreación de la Gran Vía de 1958 en la serie 'Velvet'

Mimando al cliente. Pendiente de cada detalle. Con una alta exigencia. El gusto por lo elegante y lo estético. La calidad como principio y final de todo. Son las máximas por las que se regía cualquier gran galería de alta costura de principios de la segunda mitad del siglo XX. Son los mismos patrones que emplea cada uno de los departamentos de la serie de Antena 3 'Velvet' que, tras dos capítulos emitidos, ha entusiasmado a público y crítica.

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"En la España de 1958 hay un lugar al que todo el mundo desearía ir de compras una vez en la vida", decía el dossier de prensa de sobre las ficticias Galerías Velvet. Ahora no sería descabellado afirmar que en la España de 2014 existe una serie que todo el mundo debería de ver. No porque sea la mejor que se haya en la televisión de nuestra ficción -algo imposible de determinar tras la emisión de dos capítulos-, sino porque es un ejemplo perfecto del alto nivel de calidad que puede dar de sí nuestra ficción cuando una productora y una cadena tienen como objetivo principal hacer las cosas bien.

Lo primero que nos encontramos al visionar 'Velvet' es algo que, por obvio que sea no es común en las series españolas: se han centrado en potenciar aquello en lo que pueden ser muy buenos y han sabido disimular o minimizar los aspectos que conformarían sus puntos débiles. Ramón Campos, el productor ejecutivo de la serie, no se cansa de decir que lo bueno de hacer una serie de época es que, con el mismo dinero, se luce más. Y en 'Velvet', la puesta en escena es realmente deslumbrante para tratarse de una ficción cuyo presupuesto no supera los 500.000 euros por episodio (en la media de las series españolas).

El tándem formado por Carlos de Dorremochea (director de arte), Jacobo Martínez (fotografía) y Helena Sanchís (figurinista, encargada del diseño del vestuario de la serie) aporta suficiente motivos para que quien caiga por casualidad unos segundos en 'Velvet' quede pegado al televisor sin necesidad de enterarse qué está pasando o qué le están contando.

Los decorados de la serie son minuciosos en el detalle, pero sin resultar bizarros ni sobrecargados. Son amplios, emplean un plató enorme que sorprende a los propios actores. Esa grandilocuencia no persigue que los responsables de la serie puedan sacar pecho y presumir, sino que el objetivo es derribar la cuarta pared (donde teóricamente se ponen las cámaras) y conseguir que el espectador se sienta en el interior del espectacular hall central de las galerías. Jacobo Martínez, permite que esos decorados cobren vida. Que exista el día y la noche en 'Velvet'. Fabrica el sol y las sombras, hasta la alegría y la tristeza en el rostro de los personajes. Y Sanchís deleita al espectador con un catálogo de elegante vestuario que se adapta como un guante a cada uno de los personajes, a la época en la que transcurre la historia y a su condición social.

Ocurre similar en el apartado de animación y digitalización. 'Velvet' emplea todos los recursos técnicos y tecnológicos en su mano para convertir un vulgar Renault 5 en una elegante berlina de los años cincuenta o en recrear, gracias a la magia de la informática, la Gran Vía madrileña de esta época permitiendo que los actores de la serie transiten por ella sin que se note el truco demasiado.

Los malos y los buenos

Como en el teatro de Lope o en las tragedias de Shakespeare -salvando las distancias-, en las tramas de 'Velvet' la vida o las personas no dejan de poner trabas al amor entre Alberto (Miguel Ángel Silvestre) y Ana (Paula Echavarría). El amor entre ambos personajes es el motor que mueve toda la serie, pero los malos y malas que intentan echarlo por tierra es la chispa que te mantiene pegado al televisor hasta el final del capítulo. No obstante, el segundo episodio de 'Velvet' comenzó con una cuota inicial del 14.3% de audiencia y concluyó con un 33,8%. El que conecta con las galerías, acaba comprando.

Los malos son sencillos. No hay de momento profundidad en estos secundarios encarnados por Natalia Millán, Miriam Giovanelli (madrastra y hermanastra de Alberto, respectivamente) o Pep Munné (don Gerardo). La trama los coloca como personajes envidiosos y codiciosos, de clase social alta y cuyo aprecio por el dinero y el poder supera al que tienen a las personas. 'Velvet' es simple donde puede serlo.

Más elaborados están los personajes protagonistas de la serie. Ana y Alberto, como protagonistas representan bien las clases sociales de las que provienen: costurera de humildes orígenes frente al heredero del imperio de las galerías. No son las mejores interpretaciones de la serie, ni mucho menos. Miguel Ángel Silvestre parece no sentirse cómodo en el traje de alta etiqueta que Bambú ha diseñado para él. Su dicción es impropia del personaje al que intenta interpretar. No es tanto que no vocalice bien, sino el tono que emplea y la manera en la que suelta las frases del guion. El brillo de 'Velvet' se apaga un poco en el personaje de Silvestre.

Sin embargo, la serie y la historia funciona porque si algo tienen la pareja que forman Miguel Ángel y Paula es química. En otras escenas pueden resultar todo lo inverosímiles que un exigente espectador pueda determinar, pero juntos es imposible no pensar que ambos han nacido para amarse apasionadamente.

Mención aparte merecen José Sacristán y Aitana Sánchez-Gijón. Si la cosa decae, ahí están ellos. Verles aparecer entre los personajes más jóvenes de la serie es como asistir a la entrada de un Rolls Roice de época en medio de un atasco en hora punta. Por ellos merece la pena ver esta ficción. Aitana, que da vida a una especie de Señorita Rottenmeier, nos deja en el segundo episodio una secuencia de altura en la que interpreta únicamente con la mirada y la expresión facial: cuando Ana vuelve a su puesto de costurera tras renunciar a casarse con Alberto. El personaje de Aitana la mira y no necesita abrir la boca para decir lo que piensa.

El don Emilio de Sacristán es mucho menos expresivo facialmente. Sacristán ha construido artesanalmente un personaje al que le rodea la sobriedad. Distante, serio y parco en palabras. Pero que, con una lección continua de cómo se debe jugar con la entonación y las palabras de un guion consigue, por ejemplo, en las secuencias con su sobrina Ana que cada frase se transforme en un abrazo hacia ella. Sacristán usa un tono solemne, grave, tranquilo, pero continuo. Cambia de ritmo al hablar, sube, baja. Es un maestro.

Los guionistas de la serie (Ramón Campos, Gema R. Neira, Ángela Armero, Daniel Martín...) han elaborado un tercer grupo de personajes que añaden la sal y la pimienta a la serie, que le dan el toque de comedia de situación y que, salvo alguna excepción, aparecen magníficamente interpretados. O, por lo menos, resultan verosímiles.

Espacio para la mejora

Si comparamos 'Velvet' con series procedentes del mundo anglosajón, evidentemente, la lista de puntos en los que la serie puede suspender se incrementa, pero circunscribiéndola a nuestra televisión, no son muchos los aspectos en los que esta serie tiene margen de mejora.

Debería de incidir más en su maquillaje, demasiado evidente en los primeros planos de los actores. Tampoco resultan creíbles las heridas y magulladuras de sus personajes, más propias de un disfraz de Halloween que de una serie de esta factura.

Estéticamente, 'Velvet' es muy potente, pero errarían si pretenden convertir el personaje de Miguel Ángel Silvestre en un Don Draper ('Mad Men') español: guarecerse en la soledad de su despacho cuando algo no funciona, la manera de beber whisky en vaso corto, el perfecto corte del traje que porta... Prototipos, sí; copias, no. Pocos Donald Drapers habría en esa España franquista de finales de los cincuenta...

Y esa es otra de las cuestiones negativas que plantea 'Velvet': ¿la sociedad que nos retrata es realmente la española de esa época? ¿No es más parece más una sociedad burguesa inglesa o francesa? Lo cierto es que no parece que la España del 58 sea la que nos pinta 'Velvet'; aunque no es menos cierto que ni lo necesita ni lo persigue.

'Velvet' tiene elementos fundamentales para una serie de éxito: es creíble, es entretenida, entrañable y mantiene cierto halo de misterio. Además queda presentada en un elegante y estético envoltorio. Como una buena joya o una delicada prenda.

Por lo que hay dentro del paquete y por cómo es el paquete, merece la pena comprar en Galerías Velvet.

 
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