Gabo y el cine, "La penumbra del escritor"
Fue crítico de cine, escribió guiones y amó el séptimo arte, sin embargo, el cine no le hizo justicia
Muchos son los escritores descontentos con la adaptación a la gran pantalla de su obra. Gabriel García Márquez no es ninguna excepción. Sus novelas han obsesionado a muchos directores pero ninguno ha sabido captar la esencia y el estilo de su obra. Sin embargo, no es la única decepción de Gabo, como guionista pocas veces se sintió a gusto con el acabado de sus guiones. Gabo fue crítico de cine. Su veintena la pasó por El Universal de Cartagena y por El Heraldo de Barranquilla. Fue en El espectador de Bogotá donde una película captó, por encima de otras, su atención. El escritor quedó fascinado por la capacidad de la cinta de mezclar ficción y realidad de Milagro en Milán, de Vittorio de Sica. "Mezclados de manera genial lo real y lo fantástico, hasta el extremo de que en muchos casos no es posible saber dónde termina lo uno y dónde comienza lo otro". El cine abrió a García Márquez las puertas del realismo mágico.
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"El destino del escritor de cine está en la gloria secreta de la penumbra, y sólo el que se resigne a ese exilio interior tiene alguna posibilidad de sobrevivir sin amargura", decía el escritor en 'La penumbra del escritor'un artículo periodístico publicado en 1982. En ese texto definía su relación con el cine como la de un "matrimonio mal avenido". Gabriel García Márquez reconoce que no puede vivir sin el cine, pero tampoco con él. "A juzgar por la cantidad de ofertas que recibo de los productores, también al cine le ocurre lo mismo conmigo", decía.
Fue su abuelo, no el coronel Aureliano Buendía, sino el coronel Nicolás Márquez, el que le llevó, una tarde, a conocer el invento de los Lumière. En ese momento se enamoró de la imagen en movimiento. Fue crítico de cine, pero su libertad chocó con los intereses de distribuidoras y productoras. Se lanzó a realizar un cortometraje surrealista con dos amigos, La langota azul, en 1954. Estudio guion en Roma, con su admirado Cesare Zavattini y se dejó seducir por el neorrealismo italiano, que influiría en sus primeras obras y en los guiones que empezó a escribir ya afincado en México.
Con el también escritor del boom, Carlos Fuentes adaptó un texto del mexicano Juan Rulfo en El gallo de Oro (1964, cinta dirigida por Roberto Galvaldón. Escribió el guion de En este pueblo no hay ladrones, basada en un relato suyo, una cinta en la que el propio Gabo actuaba junto a Luis Buñuel, Juan Rulfo y Carlos Monsiváis. Firmó Lola de mi vida, dirigida por Miguel Barbachano y Tiempo de morir para Arturo Ripstein.
Un buen día empezó a escribir Cien años de soledad y el éxito de la novela fue tal que su tiempo de guionista empezó a flaquear. Hubo todavía algunos guiones como el de Presagio (1974), de Luis Alcoriza; El año de la peste (1978), de Felipe Cazals; María de mi corazón (1979), de Jaime Humberto Hermosillo; La viuda de Montiel (1979), de Miguel Littín, basada en un relato suyo; El mar del tiempo perdido (1979), de Solveig Hoogestejin y Eréndira (1983), de Ruy Guerra.
En 1986 Gabriel García Márquez se puso al frente de La Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, una entidad que buscaba la unión de todos los cineastas latinoamericanos y, más tarde, de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños, en Cuba, donde impartirá un curso de guion. De ahí surgirían nuevas películas como Un señor muy viejo con unas alas enormes (1988), de su íntimo amigo Fernando Birri, El verano de la señora Forbes (1989), de Jaime Humberto Hermosillo, Edipo Alcalde, o Milagro en Roma de Lisandro Duque Naranjo.
Lo que acabaría definitivamente con su trabajo en el cine sería la reflexión del escritor colombiano en Cómo se cuenta un cuento: taller de guion: "No sé cuántos guiones llevo hechos, unos buenos, otros malos, y al final lo que veo en pantalla nunca es lo que yo tenía en la cabeza". En ese momento en el que Gabo deja de escribir guiones, son otros los guionistas o directores interesados en plasmar su obra literaria con imágenes. Tarea difícil. Pocos han logrado agradar al escritor. Quizá el único haya sido su amigo Arturo Ripstein adaptando la más cinematográfica de sus novelas: El coronel no tiene quien le escriba, con Marisa Paredes y Salma Hayek.
Así se fueron sucediendo Crónica de una muerte anunciada de Francesco Rosi, protagonizada por Rupert Everett, Ornella Muti y Lucía Bosé. En 2006 el británico Mike Newell rueda en inglés El amor en los tiempos del cólera, de la que ni siquiera Javier Bardem salvó de la quema. Sin pena ni gloria, en 2010 se estrena Del amor y de otros demonios, por la directora costarricense Hilda Hidalgo. La última novela que se ha convertido en película ha sido Memoria de mis putas tristes, dirigida por Henning Carlsen, escrita por Jean-Claude Carrière y protagonizada por Geraldine Chaplin y Ángela Molina.
La falta de entendimiento entre el cine y la literatura del nobel colombiano es una constante decepción para el escritor y para sus acérrimos fans. La longitud de sus novelas, la complejidad de las tramas, la multiplicidad de aristas en sus personajes y la presencia de lo onírico hacen que sus novelas sean las más difíciles de adaptar de los escritores del boom. El realizador Lisandro Duque apunta a que es la alta expectativa del público la que hace fallar de antemano la adaptación cinematográfica; pero, al margen de la expectación del espectador, nadie ha sabido emocionar trasformando el universo de Gabriel García Márquez en imágenes.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...