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Musica | Ocio y cultura

Leonard Cohen, el largo viaje del poeta

La carrera de Leonard Cohen siempre giró alrededor de la poesía, de una máquina de escribir y de un balcón tranquilo con vistas al mar. Su llegada a la música profesional fue más bien casual, una bendita casualidad en la que tuvo mucho que ver la insistencia del cazatalentos John Hammond, que se empeñó en fichar al poeta para Columbia tras el éxito que su ‘Suzanne’ tuvo en la voz de Judy Collins. Hammond fue un día al Chelsea Hotel neoyorquino a escuchar las canciones de Cohen. El canadiense tocó unas cuantas y cuando terminó Hammond le ofreció un contrato. "No era como el resto, no se parecía a nada que hubiese escuchado antes. Siempre había buscado cosas originales y Leonard era un poeta de primera. Cuando fui a Columbia todos me dijeron: ¿cómo vamos a vender a un poeta treintañero canadiense? Escucharlo, les dije". Una semana después, Leonard Cohen entraba en el estudio de grabación para registrar las canciones de ‘Songs of Leonard Cohen’, su primer álbum.

El debut de Cohen llegó a las tiendas en 1967, cuando el artista tenía 33 años. Para entonces, el canadiense había destacado entre la contracultura de la época por unos libros de poemas que habían calado entre los jóvenes. Antes de su debut musical, Cohen había publicado seis libros, algunos tan profundos como ‘Comparemos mitologías’ (1956) o ‘El libro del anhelo’ (1961), trabajos que presentan el universo poético de Cohen, un mundo que se mueve alrededor del dolor, la derrota, el amor y el sexo, unos temas que reciben una gran influencia de García Lorca. “Solo cuando leí a Lorca, en una traducción, encontré una voz que me dio permiso para descubrir mi propia voz, para ubicar mi yo, un yo que aún no está terminado”, explicaba el canadiense en el discurso de aceptación del Príncipe de Asturias de la Letras en 2011. En ‘El libro del anhelo’, Cohen dedicaba unos versos a su poeta predilecto. “Lorca vive en Nueva York / Nunca volvió a España / Se fue un tiempo a Cuba / Pero ha vuelto a la ciudad / Está cansado de los gitanos / Y está cansado del mar / No soporta tocar su vieja guitarra / Sólo tiene un tono / Supo que lo habían matado / Pero no, mira / Vive en Nueva York / Aunque no le gusta”.

Fue en aquella época, en la de su debut como músico, cuando Cohen se percató de que los tiempos habían cambiado y de que muchos de sus antiguos lectores habían abrazado el folk y la canción protesta que habían florecido al calor de los convulsos años sesenta. Cohen se percató de ese cambio y entendió que sus poemas tenían que convertirse en canciones y fue esa revelación la que dotó de sentido una carrera musical que hasta entonces parecía una idea tan absurda como remota.

Tras su debut como compositor, Cohen se centró en su obra musical, pero sus discos no terminaron de seducir al público estadounidense, en Europa la historia sería diferente. A pesar de ello, Cohen se instaló en la música y encontró en la guitarra a la compañera ideal de sus versos. Hombre entregado y perfeccionista, el poeta editó ocho álbumes más hasta el final del siglo XX, algunos tan aplaudidos como ‘Songs of Love and Hate’ (1971) o ‘I'm Your Man’ (1988).

A pesar de su carrera discográfica, Cohen nunca se alejó de la poesía y sus obras musicales se han ido intercalando con obras poéticas de enorme calado que, entre otros galardones, le valieron para recibir el Príncipe de Asturias de la Letras en 2011. En su discurso de aceptación, Cohen relató su pasión por el mundo literario de Lorca y su iniciación musical con la guitarra, una iniciación que se debió a un joven español que conoció en un parque de Montreal y que enseñó al poeta los seis acordes sobre los que basó su iniciación musical.

Tras trabajar durante décadas en su música y sus poemas, Leonard Cohen dio un nuevo giro en su vida cuando decidió ingresar en un monasterio en los años noventa. Aquella experiencia duró un lustro, tiempo durante el cual fue ordenado monje budista. En esos años, el poeta, que allí era conocido como ‘El Silencioso’, conectó con su yo interior. Tras su regresó editó ‘Ten new songs’, su primer álbum en una década, al que siguió en 2004 ‘Dear Hearther’, un álbum que no fue presentado en vivo y que confirmó que el canadiense se había alejado para siempre de los escenarios.

La traición y el regreso

El regreso de Cohen a las tablas se debió a un nuevo giro del destino, a la traición de la persona de confianza del canadiense encargada de sus finanzas. En 2005, Cohen constató la traición, un golpe de cinco millones de dólares que dejaba la jubilación del poeta en una situación delicada. El músico regresó obligado a los escenarios en 2008. Un regreso en el que Cohen se hizo acompañar de Javier Más, multinstrumentista español que unas navidades recibió la llamada del canadiense con una oferta que no pudo rechazar. “Me llamó una noche y me dijo que quería volver a actuar y me preguntó si estaría dispuesto a acompañarle. Tenía que arreglar problemas con los managers y preparar la gira. Un año después me llamó y ya concretamos los detalles, pero la primera llamada me pilló totalmente por sorpresa”, confesaba el español en una entrevista en ‘Hora 25’. Más se sumó a la gira regreso de Cohen, la primera en tres lustros, un regreso que supuso la consagración absoluta y mundial de la obra del canadiense. “Se había retirado y de pronto sus canciones volvían a sonar. Ha habido un recibimiento que ni él se esperaba, además en todo el mundo, incluso en EEUU, donde me dijo que su música no había tenido mucho éxito”, explicaba Javier en antena.

En su nuevo trabajo, Cohen recita más que canta con una voz áspera y arenosa que domina en canciones elegantes de arreglos discretos. Un disco breve que se abre con la intensa ‘Slow’, en donde el poeta habla del paso del tiempo. “No es porque sea mayor, no es porque esté muerto, siempre me ha gustado despacio. Es lo que mi madre decía”, recita Cohen. El disco se presentó hace unas semanas con ‘Almost like the blues’, un tema sugerente y oscuro que recuerda a sus mejores canciones. En esa línea se mueven muchas de las nuevas composiciones como ‘Samson in New Orleans’, una canción arenosa y oscura en la que la voz del canadiense suena más cavernosa que nunca y en la que los coros dan un respiro a la tensión contenida en los rugidos de Cohen. En ‘Did I ever love you’, uno de los mejores cortes del álbum, el poeta suena como Tom Waits en una canción de amor triste y lejana que se convierte en folk acelerado. ‘My oh my’ es, quizá, la canción más musical del disco, un tema de amores rotos en la que Cohen canta “¿Era difícil amarte? Tenía que intentarlo”.

Las nueve canciones del último trabajo del canadiense demuestran que, a sus 80 años, Leonard Cohen sigue en forma, capaz de girar por medio mundo dando recitales de tres horas que recorren la obra de una de las figuras más importantes de la cultura del siglo XX, canciones de distintas épocas y de una enorme profundidad que retratan las preocupaciones y dilemas de un artista diferente, de un poeta reconvertido a músico con un cancionero excepcional y diferente, la obra de un hombre observador y detallista, de un hombre inquieto y curioso. La obra del gran poeta de la canción.

 
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