Ocio y cultura

Los 10 pueblos más bonitos de Castilla y León

Ancha es Castilla…, y hermosos sus pueblos. Ávila, Burgos, León, Palencia, Zamora, Salamanca, Soria, Valladolid y Segovia. Nueve provincias, más de 2,5 millones de habitantes, 2.248 municipios y una rica historia marcada por invasiones, batallas, luchas por el poder y disputas territoriales. Salpicando las infinitas llanuras castellanoleonesas surgen cientos de poblaciones encantadoras. He aquí una selección de los 10 pueblos más bellos de Castilla y León.

Encaramada en lo alto de un rocoso cerro, dejando a sus pies las aguas del río Milanos y dominando el llamado Valle de la Sangre, surge esta pequeña aldea soriana en la que se respira medievo por sus cuatro costados. Calatañazor conserva intacta la arquitectura de sus casas, apenas cuenta con tres o cuatro manzanas y parece deshabitada. No obstante, cada rincón de sus calles es para el recuerdo. Las chimeneas cónicas,  las pesadas puertas y los herrajes de sus rústicas viviendas evocan tiempos pretéritos.  Épocas de batallas heroicas y guerreros caídos, como el mítico Almanzor, del que se dice que murió aquí y fue enterrado en Medinaceli.

Sea como fuere, este es un lugar cargado de historia, y nadie se puede ir sin visitar la iglesia de Nuestra Señora del Castillo, la Ermita de la Soledad, el Sabinar, y sobre todo las ruinas de su castillo, que se asoma al  valle ofreciendo unas vistas espectaculares de las Tierras del Burgo.

Al norte de la provincia de Burgos se localiza la que dicen es la ciudad menos poblada de España. Y así es. Porque Frías, a pesar de ser un pueblo de apenas 275 habitantes, tiene categoría de ciudad. Ubicada en un enclave estratégico en lo alto del cerro de La Muela, en la comarca de Las Merindades, está villa de aire medieval es todo un gozo para el que la visita. En Frías, el viaje en el tiempo comienza cuando se atraviesa el puente medieval que salva las caudalosas aguas del Ebro y continua al adentrarse entre las abigarradas y empinadas callejuelas de su ciudadela, coronada por el castillo de Velasco y la iglesia de San Vicente. No obstante, una de las estampas más hermosas e impactantes de la ciudad se observa desde el Barranco del Molinar, pues es en este lugar donde la bella Frías muestra otra de las virtudes de su conjunto monumental: sus viejas casas colgadas.

A escasos 25 kilómetros de Frías, está Oña, otra histórica población burgalesa declarada Bien de Interés Cultural. Asimismo, en la provincia merecen especial mención por su importante patrimonio los pueblos de Covarrubias y Poza de la Sal.

Uno de los pueblos más míticos y pintorescos de toda la geografía castellanoleonesa es La Alberca. Ubicado en el valle de Las Batuecas, en la comarca de Sierra de Francia, fue el primer municipio español en ser declarado Monumento Histórico Artístico (1940). A pesar de que en los fines de semana y puentes se puede convertir en un hervidero de turistas, siempre quedan callejuelas por las que perderse y disfrutar de la esencia de la localidad: su arquitectura tradicional. Las casas del pueblo están construidas en piedra de sillería de granito con vigas de madera, cuentan con balcones muy floridos y en algunas calles estrechas los tejados se juntan tanto entre unas y otras viviendas que apenas dejan entrar la luz. La Alberca es un pueblo muy vivo, con cerca de 1.200 habitantes, y de buen comer, se pueden comprar jamones curados, excelentes embutidos y deliciosos dulces, como su afamado turrón. Asimismo, las artesanías y bordados albercanos también son trabajados con gran acierto. Su plaza Mayor, de  planta cuadrada y rodeada de soportales, es el centro de la vida social. Y en cuanto a patrimonio destacan las ermitas del Humilladero y de San Blas, y la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, del siglo XVIII, que domina con su grandiosidad la villa.

El entorno natural de la Peña de Francia, el Santuario de la Virgen, y lo pueblos de Mogarraz y Herguijuela lucen espectaculares en otoño. Desde el Mirador del Portillo, las vistas del valle de Batuecas son magnificas.

Sin contar con un patrimonio artístico y cultural tan grandioso como el del resto de localidades de la lista, el municipio abulense de Navalmoral -unos 420 habitantes- puede presumir de enmarcarse en uno de los entornos naturales más privilegiados de Castilla y León: el valle del Alto Alberche. A los pies de la montañas de la sierra de La Paramera y con las cumbres de Gredos como telón de fondo, cuenta con un sinfín de posibilidades de caminatas a pie o en bicicleta, situándose en un cruce de caminos estratégico, a escasos kilómetros de pueblos míticos como El Barraco, una de las mejores canteras del ciclismo patrio; Burgohondo o Navaluenga. Su iglesia del siglo XVI es, junto al Pilón de la Plaza Grande, el símbolo indiscutible de una población cuyo origen es anterior al año 1250.

No cabe duda de que Navalmoral es un pueblo que enamora. No obstante, la provincia de Ávila da mucho más de sí, de ahí que haya unas cuantas localidades de gran interés como: Madrigal de las Altas Torres, Candeleda, Bonilla de la Sierra, Pedro Bernardo o Arévalo.

En la infinita llanura vallisoletana de Tierra de Campos descuellan una serie de lomas poco elevadas conocidas como los Montes Torozos. En la cima de uno de estos altozanos surge Urueña, la “Villa del Libro”, un pueblo fortificado con una profusa herencia medieval, artística y literaria. Declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1975, sus murallas son las mejor conservadas de toda la provincia, y la iglesia de Nuestra Señora de la Anunciada, unos dos kilómetros extra-muros, un gran ejemplo del estilo románico-lombardo. Asimismo, la localidad cuenta con un valioso conjunto de espacios dedicados a la música y al libro como son sus cinco museos y más de diez librerías.

En los alrededores de Urueña se pueden visitar otras poblaciones con un destacado patrimonio histórico y cultural como La Santa Espina, San Cebrián de Mazote, Villagarcía de Campos y Tordehumos. Peñafiel, Medina de Rioseco y Medina del Campo, donde se encuentra el castillo de La Mota, son otros tres referentes entre las villas señoriales de la provincia de Valladolid.

Enmarcado en uno de los paisajes más bellos de Castilla y León, en el límpido y sosegado Valle del Silencio, se incrusta, escondido entre robledales, el pueblo berciano de Peñalba de Santiago. Pequeño en tamaño y población, tan sólo tiene censados 21 habitantes, éstos no son impedimentos para contar con un espectacular entorno natural de bosques, cascadas, ríos y montañas, así como un excepcional conjunto de arquitectura popular formado por sus genuinas casas serranas de mampostería gris, con madera en los balcones y tejados de pizarra negra. Un acervo de pintorescas viviendas entre las que sobresale la iglesia de Santiago, una joya de la arquitectura mozárabe del siglo X.

No obstante, León es mucho más que Peñalba. Pueblos como Astorga, Castrillo de los Polvazares y Villafranca del Bierzo están entre los más atractivos de la provincia.

Una de las localidades de la Península Ibérica que más carga histórica soporta sobre sus espaldas es la población zamorana de Toro. Elevada sobre una atalaya a orillas del Duero, esta ciudad medieval llegó a ser reino independiente, sede de las cortes de Castilla, un importante centro de órdenes militares y religiosas y morada de judíos árabes. Unos siglos de esplendor que fueron dejando un legado cultural grandioso como la Colegiata de Santa María la Mayor, una joya del románico zamorano comenzada a construir en el 1160; el Alcázar, que llegó a ser lugar de residencia de los Reyes Católicos; o el toro vacceo, una escultura celtibera colocada a la entrada del pueblo y que es el símbolo de la ciudad. Además de una plaza de toros antiquísima, restos de murallas, iglesias, conventos, palacios, antiguos hospitales y casas hidalgas.

Sin embargo, no todo es historia en Toro. La localidad zamorana presume de reconocidas fiestas, de gastronomía y de buen vino. Así como de un entorno envidiable que se puede apreciar en su conjunto desde el mirador del Espolón, desde donde se aprecia la rica vega regada por el Duero.

Otro de los pueblos salmantinos más hermosos es San Martín del Castañar. Ubicado en el interior del Parque Natural de Las Batuecas – Sierra de Francia, su punto fuerte es la arquitectura tradicional de sus casas, basada en la compleja técnica mudéjar del entramado de madera. Sus principales atractivos turísticos son su castillo palaciego del siglo XV, del que se conserva parte de la torre del homenaje y los muros de su cerca principal, que cobijan el cementerio local; la iglesia, declarada Bien de Interés Cultural; el monasterio de Nuestra Señora de Gracia; y el yacimiento visigodo de La Legoriza. Todo recorrido por el pueblo ha de empezar en el pilón de su Plaza Mayor, donde maná un agua fresquísima durante todo el año.

Enclavada en una posición estratégica sobre un altozano con unas vistas privilegiadas al valle del Jalón, Medinaceli es una de las ciudades con más historia de la Península. Su nombre evoca a tiempos medievales, a una época en la que la localidad soriana era la capital de la comarca homónima y frontera en disputa de musulmanes y cristianos. El paso de la historia ha ido dejando numerosos vestigios arquitectónicos y culturales, como: el arco romano del siglo I, único arco de tres que se conserva en España de este periodo; las murallas, el castillo, el convento de Santa Isabel y los mosaicos que se conservan de las antiguas casas romanas. No obstante, la joya de la corona es su Plaza Mayor, una típica plaza porticada castellana de forma rectangular que alberga la antigua Alhóndiga (s.XVII) y el Palacio Ducal (s.XVI), actual sede del Museo de Arte Contemporáneo.

Treintaisiete kilómetros al nordeste de Segovia capital se localiza Pedraza, uno de los municipios medievales más bellos y mejor conservados de toda España. Situado en lo alto de una colina y con unas preciosas vistas de la sierra segoviana, está considerado por muchos como el pueblo más bonito de la provincia. En Pedraza no existen edificios nuevos, toda su arquitectura se circunscribe a los siglos XVI y XVII. Además cuenta con una de las plazas mayores más fascinantes de toda la comunidad: porticada por dos lados, la rodea una recova con columnas de diferentes estilos. Otros elementos destacados de su patrimonio son su castillo del siglo XIII-XV, en un excelente estado de conservación; la Puerta de la Villa, la única por la que se puede acceder y salir de la ciudad; y la Cárcel Real, donde todavía se pueden ver las mazmorras donde encerraban a los presos. Además, no muy lejos de Pedraza, está Sepúlveda y las Hoces del Duratón, un paisaje memorable y donde con algo de suerte se puede observar algún buitre leonado.

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