Jarro de agua fría el que ha recibido esta sábado el equipo de «Los viernes al show», el nuevo espacio de Antena 3 para la noche de los viernes. De un brillante estreno la semana anterior (18,3% y 3.029.000 espectadores) ha pasado en su segunda emisión a un frío 12,8% (y 2.144.000) quedando a 6,9 puntos de su teórico rival de Telecinco, «Sálvame Deluxe». ¿Este bajón certifica que «Los viernes al show» es una apuesta fallida de Antena 3? No, la propuesta sigue siendo interesante y alternativa, pero debe mejorar. En la presentación ante los medios de «Los viernes al show», tanto responsables de entretenimiento de Atresmedia como de Globomedia -productora del espacio- insistían en que no se deberían extraer conclusiones globales y definitivas tras sus primeras galas ya que éstas servirían para testar qué se estaba haciendo bien, qué habría que cambiar y en qué no habría que volver a repetir. De ahí que estas primeras galas se emitan grabadas (se graba en una especie de falso directo pocas horas antes de su emisión) y de ahí que desde Atresmedia se insistiera en que se tendrá mucha paciencia con este programa. Vamos, que la confianza en el formato, en Globomedia y en la pareja de presentadores es total. Y es lógica. En una variada noche en la que el espectador encuentra desde programas del corazón (y miserias adheridas a ellos), cine, coach show como «Hermano mayor»... que una de las principales cadenas apueste por el más puro entretenimiento y el humor con rostros conocidos es una gran noticia y un gran punto a favor. La pareja Manel y Arturo funciona. Incluso para quienes no terminen de sintonizar con alguno de los dos presentadores, uno rebaja al otro y lo complementa logrando el primer objetivo fundamental que se marcaron en «Los viernes al show»: que la pareja de presentadores se perciba como uno solo y que no se entienda el programa sin ellos. No destaca uno por encima del otro, no se percibe lucha de egos. El plató se adapta perfectamente a las necesidades del programa transmitiendo ese punto de espectacularidad que permite al espectador identificar que en ese programa pueden pasar cosas grandes. Es otro de sus fortalezas, así como la capacidad que tiene «Los viernes al show» de juntar en una misma emisión a varios invitados vips de relieve televisivo. El equipo de producción funciona a las mil maravillas. Sin embargo, no es casualidad que el programa haya perdido 5,5 puntos de una semana para otra, máxime cuando «Sálvame deluxe» -su rival- también ha bajado unas décimas y las subidas en el resto de la oferta televisiva del prime time del viernes no han sido significativas. No se puede ni se debe explicar la pérdida de casi un 30% de los espectadores del primer día ( de 3 millones han pasado a 2,1) con la bagatela de decir que ha sido un viernes competido. Tras la emisión de dos programas, ya se pueden advertir algunos puntos en los que precisa mejorar «Los viernes al show»: - La payasada no es show En algún caso puede quedar pinturesco, curioso, gracioso... Pero que con cada invitado que acuda a «Los viernes al show» se termine haciendo un espectáculo, un sketch o un juego para adolescentes, no. Entre otras cosas porque todos no resultan idóneos para ello. No hay que confundir show con hacer payasadas delante de una cámara. El buen show entretiene, divierte y sorprende al espectador, las payasadas solo consiguen esto si se hacen de manera puntual y no como tónica habitual. - Entrevistas menos light, más interesantes Usando dos ejemplos de la competencia: «Los viernes al show» tiene que decidir si cuando se encuentran a un rostro famoso sentado frente a Arturo y Manel quieren ser más «Todo va bien» o más «Hable con ellas» (no ser ninguno de los dos, también es una buena opción). En ninguno de los dos casos (como se podría decir de «El Hormiguero») se llevan a cabo sesudas ni complejas entrevistas, pero hay una evidente diferencia: el interés que genera una buena charla. Sentar a Mario Casas en el primer programa y recrearse durante varios minutos con el beso que él y Hugo Silva se dan en la película «Las Brujas de Zugarramurdi» y llevar a la semana siguiente a Silva y dedicar varios minutos de la entrevista a lo mismo (después de haberlo disfrazado de Bee Gees para bailar una versión chusca del Stayin Alive), resulta aburrido y poco interesante, más propio de un programa de access cuyo target se comprenda entre el público de 13 a 24 años. Si algo supo hacer bien «Hable con ellas» es que sus entrevistas, aunque fueran promocionales y palmeras, resultasen interesantes porque, en líneas generales, sabían ahondar en la personalidad del entrevistado, buscar su lado más personal y conversar con él. ¿Qué nos queda tras las entrevistas de «Los Viernes al show» a Mario Casas, Hugo Silva, Chicote, Melendi, Amaia Salamanca...? Nada. «Los viernes al show» se parece demasiado a un «Todo va bien» a lo grande... y eso es preocupante. - Invitados más allá de cantantes y actores Salvo alguna excepción, todos los invitados vip que han pasado por el plató de «Los viernes al show» pertenecen al mundo de la música y del cine/tv, básicamente se podrían encuadrar como cantantes y actores. Evidentemente, no se le va a pedir que un programa de humor abra un sección de literatura, pero tampoco es descabellado sentar de vez en cuando a escritores reconocidos y que no se muerden la lengua como Almudena Grandes, Arturo Pérez-Reverte... También existe el mundo del deporte, de la política, del cine más allá de actores celebrities, de la cocina, del humor... Pero que muchos de los personajes que pertenecen a estos ámbitos acepten la invitación para ir a «Los viernes al show» depende del punto anterior (Pérez Reverte o Almodóvar no van a ir a que los pongan a lanzar tartas) y del siguiente... - Componente promocional, ¿no hay alternativas? Ocurre en todos los medios: cada vez es más complicado acceder a entrevistados si no se encuentran promocionando su disco, su serie, su obra de teatro, su libro... Por eso adquieren tanto valor programas como «Viajando con chester» (Cuatro) o el programa de Iñaki Gabilondo en Canal+, porque ponen delante de las cámaras a rostros que no llevan varios días apareciendo en todos lados para hablar de lo mismo: la moto que quieren vender. Así mismo, en «Los viernes al show» se detecta el mismo mal que en otros muchos programas de la televisión de hoy en día: no es que sean espacios donde, aprovechando la audiencia millonaria, la cadena meta como entrevistados a protagonistas de sus productos en busca de promo; sino que son espacio que única y exclusivamente sirven para promocionar los productos de la cadena. ¿Qué va a volver «Velvet»? Pues llevamos a Amaia Salamanca y Manuela Velasco. «Los viernes al show» se está contagiando del síndrome del escaparate autopromocional que tanto se le critica a «Zapeando» (Atresmedia y misma productora), solo que en este caso resulta más comprensible al tratarse de un programa diario y en la sobremesa. ¡Qué reconfortante resultó el miércoles pasado ver y escuchar el miércoles pasado en «El Hormiguero» a Los Morancos hablar de la final de «Pequeños gigantes» (Telecinco)! - Atresmedianismo, Globomedianismo y Pedrochismo Si uno de los puntos fuertes del programa es ser una alternativa de humor a la noche de los viernes, no puede ser que en la noche de los viernes , después de toda la semana, Antena 3 nos sirva el mismo plato... porque van a parecer las sobras. En este sentido, Cristina Pedroche es un buen ejemplo. Pedroche, en su rol, es probablemente una de las mujeres que mejor funciona en un programa de entretenimiento aportando esa mezcla entre gamberra, sensual e irónica. Lo que resulta decepcionante es que Globomedia la convierta en comodín de todos sus programas de este corte. No por ella, sino por el hecho de ser siempre lo mismo. Un programa de las pretensiones de «Los viernes al show» debe dar lugar a la innovación. Los refritos y reciclados no le van a funcionar. - Interacción con el público... hasta un punto. Que el público se convierta en una variable más del programa puede tener su parte de interés, pero al final se termina volcando en la interacción con las personas anónimas lo menos destacable del programa, el interés es nulo. Las bromas, las jugarretas, las sorpresas... a gente del plató resultan entretenidas en momentos puntuales y, especialmente, si algún famoso está metido de por medio. La interacción con el público o con «gente de la calle» es un punto diferenciador y positivo si no se convierte en una tónica habitual durante todo el programa. Si es así, pasa de ser innovador a ser cansino. Si «Los viernes al show» no es un morning-show radiofónico ni tampoco un programita de access para adolescentes, no tomes elementos de estos formatos que se conviertan en parte importante de tu estructura como programa. - Emisión en directo, ya Teniendo en cuenta que «Los viernes al show» aún debe encontrar su punto exacto de cocción y desprenderse de aquello que no le funciona, quizá pasar de galas grabadas al directo (idea original) puede ser todo una quimera. Aunque también puede ser el empujón que obligue al equipo a aclarar las ideas y a apostar decididamente por unos elementos en detrimento de otros. Lo bueno que posee el directo es que quita máscaras, da frescura y potencia la espontaneidad, campos en los que Valls y Fuentes se pueden mover bien. El directo, además, permitiría la interacción real con el público. El directo real exige que se tomen decisiones rápidas y esto, a su vez, implica eliminación de opciones: no se puede tener todo, apostemos por lo bueno.