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Calais, la jungla a una hora del paraíso

Miles de inmigrantes sobreviven a la intemperie con una comida diaria en el puerto atlántico que une Francia con Gran Bretaña. Las mafias deciden quienes pueden “probar” suerte para saltar a los camiones que les cruzan en ferries o a través del euro-túnel. La Cadena SER visita “la jungla”, el lugar donde sobreviven los refugiados.

Refugiados sudaneses en Calais / Carmen Vela

Refugiados sudaneses en Calais

Calais

 Calais es el puerto francés más cercano a Gran Bretaña. El tráfico de camiones – ya sea en ferries, a través de Canal de la Mancha, o por el euro-túnel, es muy frecuente. Para miles de refugiados, esta ciudad de 74.000 habitantes se ha convertido en una trampa.

Han escapado de las atrocidades de guerra, se han jugado la vida al cruzar desiertos y el Mediterráneo, han atravesado Italia o España y otros muchos países antes de llegar a este puerto francés. A una hora escasa (un poco menos en tren, algo más en barco) habrán logrado Eldorado: Inglaterra, papeles, trabajo, compatriotas... Lo creen a pies juntillas, aunque la realidad es otra.

A dos kilómetros de la terminal de ferries la policía empieza a ser más visible. Los grupos de hombres negros con capucha y mochila también. “No french, no english”, contestan varios de ellos. Es claro que sólo uno lleva la voz cantante y se expresa muy bien en ingles. Se llama Simon, Salió de Eritrea hace “mucho tiempo” , 26 años. Sus compañeros parecen todavía más jóvenes. “Tenemos que emigrar muy jóvenes si queremos evitar ir a la guerra, abandonamos nuestras familias con 17 ó 18 años …Queremos ir a Inglaterra porque aquí no nos ofrecen nada”, dice Simon.

Cuando se mencionan los altercados de los últimos días que han hecho al Gobierno de Manuel Valls redoblar la policía en Calais, Simon contesta que “la convivencia no es fácil” entre comunidades diversas. “Y los nervios aumentan porque se acerca el invierno”. La policía les dispersa,“nos echa hacia la autopista, por eso hay accidentes, y muertes”, continúa este líder eritreo.

Pero algunos consiguen esconderse en un camión y cruzar.

“Tenemos que emigrar muy jóvenes si queremos evitar ir a la guerra, abandonamos nuestras familias con 17 ó 18 años …Queremos ir a Inglaterra porque aquí no nos ofrecen nada”

A pocos metros de esta gasolinera cercana al puerto hay tres camioneros que cuidan de que los jóvenes no se suban a sus remolques. Inútil, ahora están rodeados de una quincena de inmigrantes. Mehsud, turco de nacimiento, es conductor de un remolque para una empresa de Austria y cuenta su mala experiencia. “Paré diez minutos en la terminal del puerto, para hacer compras, supe que se habían subido tres personas cuando los controladores ingleses, al otro lado, los descubrieron. Ahora estoy acusado de tráfico de personas, me piden 10.000 libras de multa (unos 12.000 euros)y he tenido que coger una abogada en Austria”.

Los otros dos conductores nos indican que mientras hablábamos uno de los jóvenes ha logrado subirse a un camión. “Si lo denunciamos no podemos volver a pasar por Calais”.

"Ahora estoy acusado de tráfico de personas, me piden unos 12.000 euros de multa y he tenido que coger una abogada en Austria"

La impresión de que están organizados la confirman los voluntarios de las ONG que trabajan en la zona y los comerciantes. “Hay un precio por intentar pasar una vez, sin garantía de éxito; otro, por intentarlo una y otra vez; e incluso para el que pueda pagarlo, hay una garantía absoluta de saltarse los controles, con la ayuda inestimable de la de PAF ( policía francesa de fronteras)”

La prefectura admite que el número de inmigrantes en Calais llega a los 2.200 ( antes del verano había 1.500) , cifra que las ONG suben hasta 2.500 y los habitantes de Calais hasta 5.000. Vienen en su mayoría de Eritrea, Etiopia, Sudan y Afganistan y algunos sirios. Entre ellos hay un centenar largo de mujeres y niños.

Están repartidos por zonas geográficas en seis campos que los calesianos llaman “la jungla”, a la intemperie, al lado de la autopista y del ferrocarril; uno en una fábrica química abandonada. Salvo éste último que tiene una manguera, el resto no disponen de agua ni luz. Pernoctan y se refugian de la lluvia en tiendas de campaña autofabricadas. Una camioneta con voluntarios de “médecins du monde”- que no son doctores- les lleva agua en bidones cada día.

Gilles George es el coordinador de SALAM, la única asociación humanitaria que organiza en Calais una comida diaria para unas 800 personas, porque no tienen medios para más. Al anochecer, detrás del ayuntamiento y rodeados de policías, los inmigrantes hacen cola para recoger su ración gratuita diaria: un bol de plástico con pasta y verduras, pan , una manzana y una naranja.

“Nos apoyan mucho los particulares, también ONG como Emmaüs; tenemos donaciones, apenas algo de comida de la UE y ya no tenemos prácticamente subvenciones públicas. En cambio muchos costes fijos como camiones, electricidad, gas…”

George está preocupado porque la humilde cocina en la que trabajan una veintena de voluntarios, en su mayoría jubilados, tendrá que cerrar “y no tenemos dónde ir”. El local es de la iglesia católica, con la que Salam tiene muy buenas relaciones en su base. “Pero no gustamos a la jerarquía católica porque somos pluralistas, tenemos colaboradores musulmanes (que nos remplazan los fines de semana) y antiguos militantes de izquierdas”.

Reparto de comida entre los inmigrantes en Calais

Reparto de comida entre los inmigrantes en Calais / Carmen Vela

Reparto de comida entre los inmigrantes en Calais

Reparto de comida entre los inmigrantes en Calais / Carmen Vela

Desde la barra de un bar, Laurent Roussel, explica como la inhibición de los poderes públicos, “está creando una situación explosiva” en esta ciudad con una tasa de paro cuatro décimas superior a la nacional. Los comerciantes se debaten entre “dejar entrar a los refugiados y perder su clientela habitual o impedirlo y ser tachados de racistas”, agrega Roussel que pide “una solución europea, un campamento plurinacional que atienda a los inmigrantes de manera digna”.

George comenta que cada WC- los retretes químicos que paga Salam- cuestan 500 euros mensuales. Pero sólo pueden pagar tres.

Natacha Bouchart, la alcaldesa de Calais, del partido conservador UMP, fue este martes al parlamento británico a quejarse de que el Gobierno en Londres es “demasiado generoso”, al ofrecer 39 libras ( unos 48 euros mensuales) para los peticionarios de asilo), lo que “atrae a los inmigrantes hacia Eldorado, ya sea verdad o no” , tuiteo a sus conciudadanos.

 
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