Ocio y cultura

El alma a la intemperie de La Zaranda

La Cadena SER, único testigo de los ensayos de 'El grito en el cielo', el nuevo montaje de La Zaranda, horas antes de su estreno en el Festival Temporada Alta de Girona

Imagen de la obra 'El grito en el cielo', de La Zaranda / Víctor Iglesias

Girona

Diez de la mañana. Teatro de Salt, Girona. El patio de butacas, a oscuras, vacío. Sobre el escenario, cuatro viejos con pijamas de hospital y una enfermera, habitantes de una clínica geriátrica llamada Nueva Alborada. Son Paco Sánchez, Gaspar Campuzano, Enrique Bustos, Celia Bermejo y Iosune Onraita. Son La Zaranda, Compañía Inestable de Andalucía la Baja. El sábado estrenan su nueva obra, ‘El Grito en el cielo’.

Suena el Coro de los Peregrinos de Tannhäuser. La enfermera aplica terapias alternativas para los ancianos a ritmo de Wagner. Los pacientes juegan a convertirse en los personajes de la ópera: Sirenita, Venus, Fausto y Tannhäuser. Arte convertido en algo banal para viejos olvidados, viejos abandonados, viejos sedados. Eusebio Calonge, autor del texto y dramaturgo de la compañía, da instrucciones a los actores. 

Uno de los personajes pregunta: "Decidme, ¿sabéis qué fue de Salmerón? ¿Y del gordo que estaba con él?" (¿La Zaranda pregunta dónde ha ido Nicolás Salmerón, presidente de la primera República o es Salmerón un paciente cualquiera de esta clínica geriátrica?). Otro paciente le responde: "Aquí te quitan el dolor a cambio de quitarte la vida" .

Termina el ensayo. Y en el bar de al lado hablamos de teatro, de cómo lo vive y lo entiende la compañía. Son palabras de Paco de La Zaranda, director, Paco Sánchez en escena: "Yo creo que La Zaranda, desde un principio, apostó por la vida, por que el teatro estuviera vivo, y el teatro habita en nosotros, el teatro es el que nos da la vida y al que somos obedientes. Entendemos el teatro como algo necesario para comunicarnos, para vernos en el otro".

A pesar de que el universo que dibuja 'El grito en el cielo', el de una sociedad anestesiada y sedada, que usa el arte como un producto terapéutico o mero entretenimiento pudiera parecer pesimista,  Eusebio Calonge sostiene que hay lugar para la esperanza, una esperanza que usa como vehículo unos versos de García Lorca, extraídos de su poema 'Manantial': "Un manantial cantaba, yo me acerqué a escuchar, su canto era un brotar de estrellas". 

Para Calonge, el uso de este poema es "el gran misterio de esta obra", porque "a mí Lorca no me gusta, y menos que Lorca la utilización que se ha hecho de Lorca, en Andalucía en concreto".  Pero, aclara que "llega un momento en que encuentro en esos versos un sentido y empiezo a descubrir el poema y a descubrir a Lorca, y al final sé que la salvación viene por la poesía, que es lo que se expresa ahí, que lo que salva es la poesía porque lo que salva es la belleza".

La Zaranda sigue haciéndose preguntas que quizá no tengan respuesta. Dicen que nunca han sido actuales pero 'El Grito en el cielo' habla de la vejez, del deterioro, de una sociedad profundamente sedada. Del arte como mero entretenimiento. Habla de cómo nos enfrentamos a la muerte. Quizá hable también de cómo nadie nos ha enseñado a hacerlo.

Seis de la tarde. Volvemos al teatro. Ensayo general. Uno de los viejos en escena dice que "cualquier sitio donde soñar es un sitio donde ir". Termina 'El Grito en el cielo' y uno se da cuenta de que las preguntas ahora son muchas más que antes de que subiera el telón. Se cierra la puerta de teatro y la compañía comparte risas y bromas.

La noche acaba en una masía del siglo XV, alrededor de una mesa, del fuego de una chimenea y de la poesía. Ya saben, eso que algunos llaman belleza.

 
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