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Cayetana Fitz-James Stuart ha fallecido a los 88 años en Sevilla

Una duquesa rompecorazones

Como es común es una mujer de su alcurnia, la larga vida de la duquesa Cayetana ha sido un ir y venir de hombres, de amores y de desamores

María del Rosario Cayetana Victoria Alfonsa Fitz-James Stuart levantó pasiones desde muy temprana edad / Keystone (Getty Images)

María del Rosario Cayetana Victoria Alfonsa Fitz-James Stuart levantó pasiones desde muy temprana edad

Madrid

Entre sus pretendientes se cuentan distintos intelectuales, banqueros, aristócratas e incluso un funcionario. Musa de artistas como Picasso -que la quiso pintar desnuda-, como si algo de aquella 'maja desnuda' se pudiera discernir en Cayetana.

Como advirtió en sus memorias 'Yo Cayetana': "En todo caso, que escriban lo que quieran. ¡Se han dicho tantas cosas sobre mí!. Unas pocas, verdaderas; otras muchas, falsas; y bastantes, simplemente bobadas".

De su padre, el primer hombre en dejarle una huella imborrable, Jacobo Fitz-James Stuart, el XVII duque, aprendió que "un Alba debe ser fuerte ante la adversidad", una enseñanza que también supo transmitir a su descendencia.

Cayetana Fitz-James Stuart y Silva con Luis Martínez de Irujo y Artacoz

Cayetana Fitz-James Stuart y Silva con Luis Martínez de Irujo y Artacoz

Cayetana Fitz-James Stuart y Silva con Luis Martínez de Irujo y Artacoz

Cayetana Fitz-James Stuart y Silva con Luis Martínez de Irujo y Artacoz

Una vida marcada por la complicidad que supieron ofrecerle sus tres maridos, aquella inocente Cayetana de 1947, del día de su boda con el aristócrata Luis Martínez de Irujo y Artázcoz, inocente sí, pero con ese semblante fuerte que siempre la ha caracterizado.

Durante su segunda boda con el excura Jesús Aguirre, la joven había tornado en una mujer de 52 años sencilla pero con un aspecto más rudo y más maduro, el de una mujer con la experiencia de una vida plena.

Todas esas Cayetanas alejadas de la última que conocimos, protagonista de pasiones octogenarias que sucumbió a los encantos de el funcionario Alfonso Díez, con el que llegó a casarse por tercera vez. Una duquesa más cercana, más del pueblo, ingeniosa y bromista con la prensa.

Su vida amorosa no estuvo exenta de dramas, Cayetana vivió la muerte de sus dos primeros maridos, los enterró en el panteón familiar de los Alba en Loeches, en Madrid. Con esa fortaleza regia que la caracterizaba, a pesar de este lastre, supo reponerse, seguir adelante y continuar con la tarea que siempre se impuso: preservar intacto el patrimonio de su noble casa tal como llegó hasta ella.

Cayetana y Alfonso Déz durante su boda

Cayetana y Alfonso Déz durante su boda / Jorge Guerrero

Cayetana y Alfonso Déz durante su boda

Cayetana y Alfonso Déz durante su boda / Jorge Guerrero

No solo de amores tradicionales y acabados en boda bebió el corazón aristócrata de Cayetana, saliéndose de todo carril moral marcado por la Dictadura de Franco, poseedora de la mayor cantidad de títulos nobiliarios, vivió su vida como quiso, con ataduras las justas. Un amor adolescente con el torero Pepe Luis Vázquez, hizo una honda meya en su corazón aristócrata, convirtiéndose en su primer gran amor. Como recuerda en sus memorias, "el corazón se me desbocaba", idilio que como en la típica comedia romántica hollywoodiense, teniendo la desaprobación paterna sobre la relación, acabo cuando mandó a Cayetana a estudiar a Londres.

La duquesa incluso llegó a vivir un amor no correspondido, el del bailarín Antonio, pero no porque se resistiera sus encantos, según sus palabras: "Si no hubiera sido porque era 'de la otra acera', como decíamos entonces, homosexual, como dicen hoy, Antonio podría haber sido un amor en mi vida".

Como ella reveló, sus amigas llegaron a apodarla 'la bombilla' por la cantidad de pretendientes que orbitaban a su alrededor, en sus memorias confesó: "Tal vez sea feo decirlo, pero no ha habido ni un solo hombre de los que me han interesado, que se me haya resistido (...). Siempre me ha gustado coquetear y flirtear, un poco por divertimento. He sido más bien 'matacorazones'. Pero, eso sí, flirtear sin faltar al respeto".

 
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